lunes, 30 de mayo de 2016

DEMÉTER, PERSÉFONE, ELEUSIS: MITO Y RITUAL


Esta entrada sobre Deméter y Perséfone en el mito y el ritual forma pareja con la dedicada al Himno Homérico a Deméter. Aunque las dos entradas se puedan leer de forma independiente, la una completa la otra; y viceversa.


Deméter y Perséfone, madre e hija, forman un par inseparable en la mitología griega. De hecho los atenienses se referían a ellas simplemente como “las dos diosas”.
La etimología del nombre de la madre es incierta. En la Antigüedad ya se interpretaba que Deméter significa “Tierra Madre”. O bien se pensaba que el nombre de la diosa quería decir “Madre del Grano”.
En un caso u otro, es obvia la interpretación del segundo término de este teónimo compuesto pues -meter es “madre”. De esta forma parece que Deméter ocupa su puesto en el panteón griego como diosa del amor materno. En función de ello entra en relación y oposición con las otras diosas griegas del amor, Afrodita (amor sexual) y Hera (amor conyugal).
Nótese que, si el segundo término del nombre de Deméter hace alusión a su carácter materno, el primero debe de destacar su carácter agrario, tanto si se interpreta el teónimo como “Tierra Madre” o como “Del grano Madre".
Este es el motivo por el que Deméter es una figura secundaria en la mitología aristocrática de Homero. En cambio, la diosa ocupa un lugar muy destacado en la religiosidad popular griega, en la que es adorada como diosa de la fertilidad.

Deméter es hija de Crono y Rea, según narra Hesíodo en la Teogonía (453-458). O lo que es lo mismo: pertenece a la segunda generación de dioses, la que derrocó a su padre Crono y elevó al poder de los cielos a su hermano Zeus.

La diosa Deméter mantuvo relaciones íntimas con dos de sus hermanos. Uno de ellos es, por supuesto, el dios clave del panteón olímpico, Zeus, del cual engendró a Perséfone según cuenta, por ejemplo, Hesíodo (Teogonía 912-914).

Otro mito cuenta que Deméter también tuvo relaciones sexuales con Posidón, que se le unió bajo apariencia de caballo para engendrar a Arión, que fue la montura de Adrasto en la expedición de los Siete contra Tebas.
Según narra Homero en la Odisea (5,125-128), Deméter también se unió con un mortal, Jasión. La unión del hombre y la diosa le resultó funesta a aquel pues Zeus se indignó y lo aniquiló. De todas formas, la unión de Jasión con Deméter produjo un fruto: Pluto, “Riqueza”, según Hesíodo (Teogonía 969-971).
El mito central protagonizado por Deméter es el del rapto de Perséfone, el paso de esta por el inframundo y su retorno junto a su madre. La versión por excelencia del mito es la que se encuentra en el Himno Homérico a Deméter.

Este texto cuenta que otro hermano de Deméter, Hades o Plutón, raptó a Perséfone porque quería unirse a ella. La madre de la Muchacha intentó encontrarla sin éxito, hasta que averiguó gracias al Sol que Hades había raptado a su hija con la aquiescencia de Zeus. En ese momento abandonó el puesto que le correspondía entre los inmortales y se trasladó junto a los hombres. A partir de aquí el mito se convierte en justificación mítica, en etiología de los Misterios de Eleusis.
Deméter llegó a esa localidad con aspecto de anciana. Allí se encargó de criar al pequeño Demofonte, hijo del rey local, e intentó convertirlo en inmortal. Pero, al fracasar por culpa de una indiscreción de la madre del niño, se dio a conocer en una escena de epifanía y exigió que se construyera en Eleusis un templo en su honor.
Al despreocuparse Deméter de sus funciones propias (del cuidado de la tierra) se desata entre los mortales una gran hambruna. Esta empuja a los dioses, que se han quedado sin sus sacrificios, a buscar un acuerdo entre Deméter y Plutón. Pero este dios, aunque parece acceder a lo que se le pide, tiende una trampa a Perséfone, pues no deja que se vaya del inframundo sin hacer que antes coma un grano de granada; esta fruta, por motivos que se discuten en esta entrada, vincula para siempre a la muchacha con el mundo de los muertos.
Después, para satisfacer por igual, en la medida de lo posible, a Deméter y Plutón, se llega a un acuerdo: Perséfone pasará cuatro meses al año en el Hades al lado de Plutón, su esposo; los ocho restantes podrá estar con su madre.
Este mito fue interpretado en clave alegórica desde la Antigüedad. Así pues, se entendió que el tiempo que Perséfone pasa junto a Plutón equivale al invierno, tiempo de muerte aparente de la naturaleza. En cambio, su regreso al mundo de los vivos coincide con la llegada de la primavera, según indica el propio Himno Homérico a Deméter (401-403):
Mas cuando de la tierra flores aromáticas, en el tiempo de la primavera,a porfía broten, entonces de la brumosa oscuridad de nuevo regresarás para inmenso asombro de los dioses y de los mortales hombres.
Este esquema general del mito es el del Himno Homérico a Deméter. Pero hay otras versiones. Aparte de las más elaboradas literariamente, como la de Ovidio (mira aquí), destacan las versiones locales, que son abundantes por la gran popularidad de que gozaba Deméter en la religiosidad griega.

Las versiones locales presentan variantes que pueden afectar a la interpretación global del mito. Por ejemplo, la versión ática confiere un papel importante a un hijo del rey Céleo distinto de Demofonte: Triptólemo.
Triptólemo aparece en el arte desde finales del S. VI a. C. En la versión ática Triptólemo recibe el encargo de extender por el mundo la agricultura, don que Deméter concede a los humanos. Esta versión la recoge, por ejemplo, Pseudo-Apolodoro (1,5,2).
A manera de síntesis se puede decir que, para el imaginario griego, Deméter era la Tierra maternal (“Madre Tierra”), fecunda y productora de fecundidad (“Madre del Grano”). Tanto Deméter como Perséfone presentan rasgos que las distinguen de las divinidades olímpicas y las asemejan a las divinidades de la tierra.

Pero la vinculación con el mundo de la muerte, habitual en este tipo de divinidades, es distinta en el caso de la madre y la hija. Esta, Perséfone, es una figura ambivalente porque reúne aspectos vitalistas y de ultratumba:
  • Perséfone es una joven en edad núbil;
  • pero Perséfone es también reina de los muertos.
Si la etimología de Deméter es incierta, como se dijo antes, todavía es más incierto buscar la etimología del nombre de Perséfone. Solo resulta evidente su apelativo característico, Core, “Muchacha”. Por supuesto, tal apelativo solo hace referencia a una de las dos caras de la diosa.

Los rituales y fiestas celebrados en honor de Deméter y su hija eran abundantes. Del conjunto se deben destacar las Tesmoforias, una fiesta de mujeres, prohibida a los hombres, en la que se propiciaba la fecundidad de los campos y la fertilidad femenina.
En Atenas la fiesta duraba tres días, del 11 al 13 de Pianopsión, el mes de la siembra, que se corresponde con el final de octubre y el principio de noviembre.
Pese a la importancia que alcanzaron las Tesmoforias en distintos lugares de Grecia, el ritual principal de Deméter eran los Misterios que se celebraron en su honor durante más de diez siglos en Eleusis. El Himno Homérico a Deméter relata en su parte central la institución mítica de estos Misterios por la propia diosa. Más aún, distintos lugares del texto reflejan momentos del ritual para el que se propone una justificación mítica.

De manera general conviene recordar que los cultos mistéricos de los griegos daban respuesta a las incógnitas sobre el Más Allá para las que la religión de la pólis no ofrecía soluciones. El Misterio prometía una existencia más favorable en la vida de ultratumba, no especialmente apetecible según la imagen que de ella nos da, por ejemplo, la Odisea homérica, cuando el protagonista habla con el difunto Aquiles en el Hades (11,488-91; trad. Luis Segalá):
No intentes consolarme de la muerte, esclarecido Odiseo: preferiría ser labrador y servir a otro, o un hombre indigente que tuviera poco caudal para mantenerse, a reinar sobre todos los muertos.
Para alcanzar la dicha después de la muerte solo hacía falta, según los Misterios, cumplir con el rito y unas ciertas prácticas. En cambio, a los iniciados no se les exigía una rectitud moral permanente de ningún tipo: no existía un código ético eleusinio que se debiera cumplir.

Los ritos poseían carácter secreto. Pero esto no quiere decir que se tratara de celebraciones clandestinas. El aspecto secreto de los Misterios radica en que las verdades reveladas en ellos no se debían divulgar, según dice el propio Himno Homérico a Deméter (476-479):
(…) solemnes misterios sacrosantos, que de ninguna forma es posible transgredir ni divulgar ni profanar: un inmenso respeto a las diosas contiene la voz.
Más aún, no es solo que los cultos mistéricos no fueran clandestinos: tampoco tenían carácter reservado o elitista. Se supone que prácticamente todos los atenienses debían de estar iniciados en los Misterios de Eleusis. Además, en su ritual no solo se admitía a los ciudadanos sino también a mujeres, esclavos y extranjeros.

Aunque en la Antigüedad se celebraban cultos mistéricos en honor de dioses distintos, los Misterios por excelencia en Grecia eran los de Eleusis. Nuestra fuente más antigua sobre ellos es el Himno Homérico a Deméter, que sin embargo nos deja en la duda sobre muchos asuntos.
La cuestión es que el pacto de silencio de los iniciados se respetó de manera constante, lo cual dificulta saber lo que sucedía realmente en el santuario eleusinio.
Si nos podemos formar una idea de lo que representó Eleusis para los griegos es gracias a cuatro fuentes fundamentales: la arqueología, las alusiones aisladas de algunos escritos paganos, el testimonio de los autores cristianos y el propio Himno Homérico a Deméter.

De esta forma sabemos quiénes eran los personajes que intervenían en el ritual: el hierofante (“el que muestra lo sagrado”), el daduco (“portador de la antorcha”), el hierokéryx (“heraldo sagrado”) y una sacerdotisa de Deméter.
El hierofante debía seleccionar en Atenas a los candidatos que podían participar en la iniciación.
También se sabe que había dos grados entre los iniciados: los mýstai (“iniciados”) se convertían, tras la iniciación, en epoptaí (“los que han visto”).

Los Misterios tenían lugar en el mes de Boedromión, entre finales de septiembre y principios de octubre. Comenzaban con la procesión que recorría el día 19 los treinta kilómetros que separan Eleusis de Atenas.

Pero antes, el 14, se habían trasladado de Eleusis a Atenas los “objetos sagrados” (no sabemos qué eran) que debían participar en la procesión. Además, el día 16 los mýstai acudían también a Falero para un rito de purificación y bañarse en el mar.

En la procesión del día 19, al llegar al límite entre Atenas y Eleusis se realizaba el gephyrismós o “paso del puente”. Durante el mismo se producía un intercambio de pullas, la aischrología que parece evocar el papel asignado en el mito a la figura femenina de Yambe, que hizo reír a Deméter con sus burlas a pesar de lo preocupada que estaba por la falta de su hija.

Los mýstai ayunaban hasta llegar a Eleusis. Allí rompían el ayuno bebiendo el ciceón, sobre cuya invención habla también el Himno a Deméter (206-11). El ciceón, una bebida de fuerte carácter rural, compuesta de harina de cebada, agua y menta, indica el origen agrario de las celebraciones.

La parte central del Misterio se celebraba entre el 20 y el 23 de Boedromión. Aunque es poco lo que se conoce con seguridad sobre ello, sí se sabe que el rito de iniciación se desarrollaba en el telestérion.
Este era un edificio singular dentro de la religión griega porque en ella los edificios sagrados estaban concebidos como morada del dios, no eran espacios pensados en función de los participantes en el rito como en el caso del telestérion.
A este no podían entrar quienes no eran iniciados en una u otra categoría, como mýstai o epoptaí. En cambio, a los iniciados se les reservaban dentro del telestérion experiencias a las que las fuentes sólo aluden de manera imprecisa y enigmática.

Por ejemplo, no se sabe a qué se refieren tres expresiones que aparecen en los textos: tà drómena (“lo que se hace”), tà legómena (“lo que se dice”) y tà deiknýmena (“lo que se muestra”).
También es enigmático el sýnthema o “contraseña” que copia Clemente de Alejandría en su Protréptico (2,21,2): “Ayuné, bebí el ciceón, tomé de la cesta, tras haberlo probado lo devolví al canasto y del canasto a la cesta”.
Sí se sabe que la cesta era el símbolo cultual más importante de Eleusis, aunque desconocemos lo que contenía dada la ambigüedad del sýnthema. En realidad no se puede descartar algo tan simple como que la cesta aludiera al plano agrario del ritual y contuviera tan solo los elementos necesarios para preparar el ciceón.

En el telestérion el iniciado debía, ante todo, “experimentar”, según indica un fragmento de Aristóteles (fr. 15 Rose). Pero se desconoce en qué consistían esas experiencias.
Se ha supuesto que debían provocar anticipadamente el terror de la muerte y luego la bienaventuranza del regreso a la vida. Esa bienaventuranza se simbolizaba quizá en el hecho de que el mýstes “veía”, de la forma que fuese, una manifestación o epifanía de Perséfone, la diosa que también vuelve cíclicamente del Más Allá a este mundo.
Además hay indicios de que en los Misterios se anunciaba el nacimiento de un “niño divino” y de que el hierofante exponía ante los participantes una espiga de trigo. Esta acción ritual debía de recordar la unión entre vida y muerte simbolizada en la espiga, pues esta, tras ser cortada, ha de producir nueva vida.

Eleusis no les prometía a los iniciados la inmortalidad pero sí un destino más esperanzador después de la muerte. Después de una larga evolución, el culto de Eleusis combinó los ritos de paso e iniciación con el festival agrario y las creencias sobre el destino del hombre tras la muerte. Lo que en principio se debía referir al ciclo de la naturaleza se acabó extendiendo al ciclo de la vida humana, para la que Eleusis prometía también un nuevo renacer según sucede en la naturaleza.