domingo, 27 de marzo de 2016

PACTAR CON EL DIABLO


No sé cómo llegué a la página que Wikipedia dedica al Pacto con el diablo. Allí se dice que este pacto se suele establecer entre Satanás o un demonio menor y un individuo dispuesto a ofrecer su alma inmortal a cambio de favores diabólicos recibidos en la vida terrena.

El motivo está repetidamente atestiguado en la literatura occidental según muestra el ejemplo notable de J. W. Goethe y su Fausto; o el Doktor Faustus de Th. Mann (quien prefiera los referentes del cine se sentirá a gusto con Al Pacino y Keanu Reeves en Pactar con el diablo).

Leí la página de Wikipedia y se me vino a la cabeza que el motivo también ha tenido plasmaciones singulares que quizá puedan interesar por su carácter paradójico. ¿Puede proponer el diablo un pacto a un mortal y ofrecerle como favor la promesa de no tentarle nunca más?

Para quien le pueda interesar esta versión del motivo, con lo que tiene de aporía, aquí dejo una traducción del texto pertinente, un pasaje del Prado espiritual de Juan Mosco (hacia 550-hacia 620).


Decía el abad Teodoro Eliota que había uno que vivía enclaustrado en el Monte de los Olivos, un hombre de pelea: el demonio de la lujuria le daba mucha guerra. Así pues, un día, cuando le agobiaba grandemente, empezó el anciano a lamentarse y decirle al demonio: ‘¿Cuándo me dejarás en paz? Apártate de mí para siempre: has envejecido a la par que yo’. El demonio se presentó ante sus ojos y le dijo: ‘Júrame que no le dirás a nadie lo que te voy a decir y dejaré de darte guerra’. Y el anciano le juró: ‘Por el que habita en lo más alto, no le diré a nadie lo que me digas’. Entonces le contesta el demonio: ‘No veneres esa imagen y dejaré de darte guerra’. La imagen representaba la figura de nuestra Señora santa María, la Madre de Dios, que llevaba en brazos a nuestro Señor Jesucristo. El enclaustrado le dice al demonio: ‘¡Fuera! La seguiré mirando’.

Así pues, al día siguiente se lo revela al abad Teodoro Eliota, que vivía entonces en el monasterio de Fara; este fue a verlo y él le contó todo. El anciano le dijo al enclaustrado: ‘Realmente, padre, te dejaste engatusar al prestarle juramento al demonio, aunque has hecho bien en confesarlo. Más te vale no dejar sin visitar un solo burdel de esta ciudad antes que negarle la veneración a nuestro Señor y Dios Jesucristo junto con su Madre’. Tras confirmarlo y fortalecerlo con mayores razones partió hacia su morada.

Pues bien, el demonio se le aparece de nuevo al enclaustrado y le dice: ‘¿Qué es esto, maldito viejo? ¿No me juraste que no se lo dirías a nadie? Y, ¿cómo es que se lo contaste todo al que vino a verte? Te digo, maldito viejo, que has de ser juzgado como perjuro el día del Juicio’. El enclaustrado le contestó diciéndole: ‘Juré lo que juré, y sé que cometí perjurio. Solo que cometí perjurio contra mi Señor y Creador: a ti no te hago ni caso’.


PS. El texto de Juan Mosco lo cita Juan de Damasco en Imágenes 1,64; el original griego se puede consultar aquí.