domingo, 23 de marzo de 2014

JENÓFANES DE COLOFÓN, FILÓSOFO Y SATÍRICO



Jenófanes, además de elegías, compuso hexámetros, recogidos (según parece) en dos obras distintas: los Sílloi o Sátiras y el consabido Perì phýseos, el escrito Sobre la naturaleza.

¿Qué hacer con los poemas o fragmentos de poema que no están adscritos expresamente a ninguna de las dos obras? Pues la opción adoptada por los filólogos ha sido muy muy sencilla: lo que tiene tono crítico, contenido destructivo, procede de las Sátiras; si el texto hace afirmaciones positivas, es del Perì phýseos.

¿Demasiado mecánico? Seguramente. Aquí cuelgo algunas de las supuestas Sátiras o Sílloi de Jenófanes de Colofón, filósofo a veces, poeta y satírico a ratos (¡qué corta es la taxonomía!). Varias de ellas reflejan su actitud hacia la religión tradicional, actitud crítica compatible con la creencia en otro tipo de divinidad, según se advierte en los fragmentos atribuidos al  escrito Sobre la naturaleza.

Desde un principio con Homero os habéis formado todos (fr. 10).

A los dioses atribuyeron Homero y Hesíodo todo
cuanto entre los mortales es vergonzoso y reprensible:
hurtos, adulterios y recíprocos engaños (fr. 11).


En número elevadísimo contaron de los dioses ilícitas acciones:
hurtos, adulterios y recíprocos engaños (fr. 12).


Pero los mortales piensan que son engendrados los dioses,
y que la indumentaria de ellos tienen, y su voz y su cuerpo (fr. 14).

Mas si manos tuviesen los bueyes y los caballos o los leones,
o si pudieran pintar con sus manos o ejecutar obras como los hombres,
los caballos semejantes a caballos y los bueyes
semejantes a bueyes las imágenes de los dioses pintarían, y harían sus cuerpos
tales como fueran las propias figuras de cada uno de ellos (fr. 15).


Los etíopes dicen de sus dioses que son chatos y y negros,
y los tracios que son de ojos azules y pelirrojos (fr. 16).


Desde un principio no mostraron los dioses todo a los mortales,
sino que con el tiempo, buscando, dan en encontrar algo mejor (fr. 18).


Junto al fuego se deben tales cosas decir en el tiempo invernal,
en blando lecho recostado, satisfecho,
bebiendo dulce vino y masticando garbanzos:
“¿Quién eres y de dónde?; ¿cuántos años tienes, amigo?;
¿qué edad tenías cuando llegó el medo?” (fr. 22).