viernes, 26 de septiembre de 2014

NOVELA DE ORIENTE, NOVELA DE OCCIDENTE


¿Otra entrada de Edad Media en un blog sobre la literatura griega antigua? Prefiero decir que esta es otra entrada sobre Tradición, sobre la tradición de un género griego cultivado en la Edad Media tanto en Occidente como en Oriente.


La novela es el género que lee hoy más gente. Es fácil encontrarse en el día a día con personas que no saben cuándo nació esta forma de presentación literaria o tienen ideas equivocadas al respecto: ¿inventó Cervantes la novela?; ¿es El Lazarillo de Tormes la primera novela? 

Partamos (por ahora) de que la novela es una narración extensa y ficticia en prosa: ese tipo de narración no ha existido desde siempre, no es algo automático y natural ponerse a escribir novelas. 

Ahora bien, los relatos extensos en prosa con argumento ficticio ya fueron inventados en la Antigüedad, según se explica en esta entrada y en esta otra del blog. Después el género de la novela se siguió cultivando en la Edad Media, tanto en Occidente como en Oriente, es decir: en Bizancio. 

En la Edad Media hubo, por tanto, una novela bizantina, que no ha de ser confundida con la novela griega de la Antigüedad (Dafnis y Cloe, p. ej.) según sucede a veces y según se explica en esta otra entrada

Pero, si se ha de hablar de la novela en la Edad Media, de lo que interesa hablar es, ante todo, de la novela caballeresca francesa, porque es la que ha dejado realmente huella en la tradición. 

Antes de entrar en materia conviene hacer unas aclaraciones terminológicas; hemos de distinguir dos tipos dentro del género: 
  • Las novelas largas: en francés medieval recibían el nombre de roman por estar escritas en lengua romance; en muchas lenguas procede de esa palabra el término usado para hablar de lo que nosotros llamamos sin más “novelas”: cfr. alemán, “Roman” / francés, “roman” / italiano, “romanzo”. 
  • Las novelas cortas: en esas mismas lenguas se reserva para éstas el nombre de “novelas”: cfr. alemán, “Novelle” / francés, “nouvelle” / italiano, “novella”. 
Nótese que en castellano también se usó el término “novela” para referirse a las “novelas cortas”, según muestra el caso de las Novelas ejemplares de Cervantes. 
(Por otra parte, Cervantes no llama “novela” al Quijote). 
De lo que se hablará en esta entrada es de las novelas largas. Un post futuro se referirá en detalle al caso concreto de un autor de novelas largas: Chrétien de Troyes. 

A propósito de las novelas largas medievales hay una primera cuestión que puede sorprendernos desde la perspectiva contemporánea: aunque hemos partido de la idea de que la novela es el género de la narración extensa y ficticia en prosa, lo cierto es que las novelas de la Edad Media
  • se escribieron, en buena parte, en verso; 
  • trataban materias tradicionales, adscritas a ciclos determinados: entonces, ¿qué puesto le corresponde entonces a la ficción? 

A propósito de la primera cuestión, la cuestión verso frente a prosa, se ha de comentar lo siguiente:
  • En verso se escribieron las primeras novelas de la Edad Media, entre los años 1150-1160: Romance de Tebas, Eneas, Romance de Troya
  • En verso escribió sus obras, a finales del S. XII, Chrétien de Troyes. 
  • En verso se redactaron, además, algunas de las obras más significativas del género, como el Roman de la Rose, del que debemos comentar algo: 
Guillaume de Lorris (de quien no sabemos nada) escribió la primera parte del Roman de la Rose hacia el 1230. En esta parte (la mejor y más interesante) se narra un sueño alegórico. El protagonista (Guillaume) sueña que entra en un jardín fantástico; en ese jardín se enamora de la Rosa, alegoría de la “Amada”. De hecho los personajes con los que se encuentra en el jardín llevan nombres alegóricos y toda la experiencia es una alegoría clara del proceso amoroso.
En el jardín fantástico Guillaume aprende las reglas del amor cortés, concepto capital en la cultura y literatura medievales. Igual de importante es en la época el Alegorismo, de importancia básica para la comprensión de la Divina Comedia
El gusto por la alegoría nos puede resultar extraño. Ahora bien, la Edad Media fue muy receptiva a las lecturas alegóricas, y por ello el Roman de la Rose tuvo un éxito enorme entre los SS. XIII y XV. Así lo comenta Martín de Riquer:
El éxito del Roman de la Rose halla explicaciones en determinada predisposición del hombre medieval hacia la alegoría y las abstracciones como vehículo de enseñanzas y de conocimiento. 
Retomando la cuestión verso frente a prosa, se ha de indicar que el abandono del verso a favor de la prosa empezó a producirse ya en fecha tan temprana como principios del S. XIII: hay pasajes de esa cronología en el Lanzarote en prosa, también llamado ciclo de la Vulgata (en tanto que versión “divulgada” del ciclo artúrico) o Pseudo-Map (por el nombre de su supuesto autor, Gautier Map).

Pero, ¿por qué se produjo el paso del verso a la prosa? Quizá porque los autores quisieron aproximarse a un público nuevo, que debía de tener menor formación cultural y se podía sentir más a gusto con el “estilo bajo” de la prosa.
  • Nótese que los consumidores de novelas en la Edad Media han debido de ser fundamentalmente mujeres, quienes no debían de gozar de las mejores oportunidades para desarrollar su cultura. 
  • Es significativo el testimonio de las representaciones de la escena de la Anunciación en los SS. XIV-XV: la Anunciación se representa en interiores burgueses, con la Virgen leyendo un libro.
El “estilo bajo” es continuador, además, del estilo empleado en las obras históricas de la época, compuestas en prosa: y sucede que, por su temática, la novela medieval se relaciona directamente con esas obras históricas, de tal manera que Martín de Riquer puede decir “la novela moderna nace, pues, disfrazada de historia”.


Tomando pie de esta referencia a la temática de la novela pasamos a hablar de la otra cuestión pendiente, la que se refiere al problema de la temática del género. Retomamos la afirmación previa: las novelas medievales trataban materias tradicionales, adscritas a ciclos determinados.

Ahora bien, que la materia fuese tradicional no quiere decir que se renunciara radicalmente a la ficción, porque era habitual que la conexión con el ciclo legendario tradicional apareciera solo como marco de la historia narrada en la novela:
  • ese marco que se plantea al principio de la obra la conecta con los ciclos tradicionales; 
  • pero el desarrollo posterior es ficticio: el autor puede dar rienda suelta a su imaginación; 
  • en este sentido hay, además, una diferencia importante con respecto a lo habitual en la épica, en la cual el autor gozaba de poca libertad para entregarse a la ficción. 
Las materias tratadas básicamente en las novelas de la época fueron tres: la materia de Roma, la materia de Francia y la materia de Bretaña, según decía explícitamente Jean Bodel (poeta francés de finales del S. XII), en estos tres ciclos se condensaban las materias de todas las novelas caballerescas francesas:
Hay tres ciclos literarios que nadie debería ignorar: 
La materia de Francia, de Bretaña, y de Roma la grande. 
La MATERIA DE ROMA “la grande” se refiere a la Antigüedad en general: tanto a temas de la historia romana como a temas de la historia de Grecia o de la mitología grecorromana. En las creaciones de este ciclo se le prestó una atención muy especial a la vida y obras de héroes militares como Julio César o Alejandro Magno.

Es muy llamativa y significativa la aproximación anacrónica de estas obras a la materia; por ejemplo, en el Roman de Alexandre (de aquí deriva el Libro de Alexandre en la literatura en lengua castellana) se presenta a Alejandro Magno como caballero medieval; y se hace lo propio con Aquiles en el Roman de Troie, escrito en verso como  el Roman de Alexandre.

Consecuentemente, estas obras multiplican los episodios militares, acogen en sus páginas la figura del caballero errante y también reservan un lugar para los torneos.

También es anacrónica la introducción en estas novelas del código del amor cortés, según ocurre en el caso del Romance de Tebas, donde se habla de una relación romántica insólita entre Partenopeo (uno de los atacantes de Tebas) y Antígona.

La MATERIA DE FRANCIA o Ciclo Carolingio trataba de Carlomagno y Roldán. Nótese la coincidencia con la materia de los cantares de gesta franceses: de hecho, la novela de este ciclo es su continuadora natural, que sigue viva cuando los poemas épicos sobre el tema ya han perdido vigencia.
La diferencia entre unas obras y otras es diferencia de género, por ejemplo en lo que se refiere al narrador. Es también un elemento diferenciador la presencia en estas novelas del concepto de amor cortés. 
Como se ha indicado, son figuras básicas del Ciclo Carolingio Carlomagno y Roldán. En origen al menos, la Materia de Francia giraba básicamente en torno al conflicto entre los franceses y los musulmanes en las épocas de Carlomagno y Carlos Martel. Según fue madurando el género, aumentaron los elementos fantásticos y mágicos de estas novelas.

La MATERIA DE BRETAÑA trataba en esencia acerca del Rey Arturo, los Caballeros de la Tabla Redonda y la búsqueda del Santo Grial. De la materia artúrica se hablará más en detalle en la entrada sobre Chrétien de Troyes: ahí hablaremos de sus novelas sobre la materia de Bretaña.

Ahora bien, se ha de tener en cuenta que a la materia de Bretaña pertenecen también otras obras relativas a la historia de los reyes legendarios de los bretones. A este tipo pertenecen los textos que tienen como protagonistas a personajes del estilo de Brutus, príncipe troyano desterrado, supuesto primer rey de Bretaña.

Brutus es uno de los nombres de la lista de reyes legendarios de Bretaña que propuso Godofredo de Monmouth en su fantasiosa Historia Regum Britanniae (de hacia 1136), crónica pseudohistórica.
  • Esta obra cuenta también por vez primera la historia del rey Leir [Lear] y sus tres hijas. 
  • Y, por supuesto, recoge la historia legendaria del rey Arturo, figura bajo la cual late el recuerdo de un personaje histórico, el prefecto romano Lucius Artorius Castus, quien capitaneó a los bretones cuando éstos se enfrentaron a los armoricanos.



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