sábado, 11 de agosto de 2012

EL DELFÍN Y EL PENEDO


EL DELFÍN Y EL PENEDO


Para David, Raquel, Alicia, Tato, Juan y Mari Àngels: por muchas noches más en el monte Aloia


El Himno Homérico VII, dedicado a Dioniso, es nuestro testimonio literario más antiguo de la leyenda del rapto de este dios. Cuando se hallaba junto al mar, Dioniso fue capturado por unos piratas tirrenos que después, ante los prodigios provocados por él, se arrojaron despavoridos al mar y se convirtieron en delfines:


Al punto por el extremo de la vela se descolgó
una vid, de una parte y de otra, y de ella pendían muchos
racimos; en torno al mástil se enroscaba la negra yedra
de flores repleta, y sobre ella brotaba su delicioso fruto;
todos los escálamos tenían coronas. Y ellos, al verlo,
entonces luego ya mandaban al timonel que la nave
a tierra acercase. Pero aquél a la vista de ellos se convirtió dentro de la nave en un león
de terrible y torva mirada; y ellos hacia popa salieron huyendo,
y en torno al timonel, que mantenía un ánimo sereno,
se pusieron aterrados: él, de repente abalanzándose,
al capitán atrapó, y los demás evitando el aciago destino fuera
todos a un tiempo saltaron al mar divino, después que lo hubieron visto,
y en delfines se convirtieron.


Esta es la primera versión literaria de una historia que luego retomaron Ovidio en sus Metamorfosis y Nono de Panópolis en las Dionisíacas. Pero quien se refiere a las revisiones literarias del episodio no puede no citar su representación artística más bella, un plato de figuras negras del siglo VI a. C., obra de Exequias. Huella de la manifestación portentosa del dios del vino son en este plato la vid y los racimos que crecen y se descuelgan por el mástil de la nave.

Dicen que a Galicia llegó el Apóstol en una barca de piedra. Y que Nosa Señora da Barca, en Muxía, también llegó de manera semejante hasta su santuario de la Costa da Morte. No sé qué hay de verdad en estas leyendas piadosas ni quién las creó. Tampoco sé por qué a los gallegos nos gustan tanto las grandes moles de granito, los penedos. En cambio no tengo duda de que alguno de los delfines de Dioniso sí llegó hasta estas tierras y aquí se conserva metamorfoseado en piedra.

En Túi, junto a la gran cruz de piedra, cerca del rincón del monte Aloia donde hubo una pedra de abalar hasta que unos jóvenes animosos la sometieron a un test de stress excesivo (abalaron, abalaron e a escarallaron), se halla el delfín. Otros ven en él una ballena. Yo me inclino por la interpretación dionisíaca.

Es sabido que Diomedes y sus hombres, tras la captura de Troya, llegaron navegando hasta Túi. ¿Cómo fue posible?

Quizá estaba escrito, quizá fue casualidad que acertaran con el rumbo. Quizá intervino en tal viaje uno de los delfines de Dioniso, antes hombre, ahora fiel ayudante de los humanos que surcan el mar. Si el delfín condujo a Diomedes hasta estas tierras, ¿qué tiene de extraño que, metamorfoseado en penedo, siga velando desde las alturas del Aloia por los descendientes de los marineros que él guió hasta Túi?

En cristiano, San Telmo es el patrono de los marineros, de Túi, de los tudenses. Quizá es que todos en Túi somos un poco marineros.



domingo, 5 de agosto de 2012

EL CORPUS HIPOCRÁTICO Y LOS ORÍGENES DEL PENSAMIENTO CIENTÍFICO



Mi tía abuela Santy se murió en casa hace tres semanas, diez días antes de cumplir noventa y nueve años, después de haberse roto un brazo (esto daría para otra entrada en otro tipo de blog).

La tía Santy era, en lo que se refiere a los médicos, un espíritu hipocrático o galénico. Esto yo no lo sabía, claro, cuando era pequeño. Lo he descubierto mucho después cuando he estudiado la medicina de la Antigüedad. Está claro que ella, sin más estudios que los básicos de su época, tampoco lo sabía. Pero ¿cómo valorar, si no, su desconfianza absoluta hacia los análisis de sangre y hacia todo aquello que no fuera el ojo clínico de los galenos?

En los años treinta del siglo pasado, cuando estaba en la veintena, tuvo una mala experiencia con los análisis, con un análisis de sangre mal evaluado, que la marcó casi de por vida. Que la marcó al menos hasta 1997, cuando no le quedó más remedio que entrar en un hospital (de urgencias) a causa de una úlcera y dejar que le hicieran su primer análisis de la nueva era.

Por supuesto no se trata de que la escuela hipocrática o Galeno no se fiaran de los análisis de sangre o de nuestros métodos actuales, ¡qué más hubieran querido ellos que contar con una tecnología que les permitiera afinar el diagnóstico y fundamentar la prognosis!

Pero se da esta coincidencia entre Hipócrates, Galeno y la tía Santy. Creo que ello es excusa más que suficiente para dedicarle esta revisión de la entrada sobre la medicina hipocrática, una de las diez más visitadas del blog.



Esta entrada tiene por objeto hablar de los primeros científicos de Grecia y de los trabajos sobre medicina recogidos en el Corpus Hippocraticum. Seguiré este orden:

1. LOS ESCRITOS EN PROSA SOBRE DISCIPLINAS TÉCNICAS
2. LOS ORÍGENES DE LA MEDICINA Y EL HIPÓCRATES HISTÓRICO
3. EL CORPUS HIPPOCRATICUM
4. LA MEDICINA DEL S. V A. C. Y EL AMBIENTE INTELECTUAL DE SU ÉPOCA

Como bibliografía general sobre la ciencia en Grecia, mira la monografía de Rihll (1999: Greek Science). También va más allá del estudio de los escritos hipocráticos López Férez (1988), trabajo que se refiere tanto a la medicina como a la situación de las demás ciencias en el S. V a. C.


1. LOS ESCRITOS EN PROSA SOBRE DISCIPLINAS TÉCNICAS

El paso de la oralidad a la literariedad posibilitó la aparición, en el S. V a. C., de géneros en prosa. Antes, en el S. VI a. C., la prosa daba sus primeros pasos: así sucedía en el caso de Anaximandro (mira la entrada ).

En el S. V a. C. surgieron, aparte de otros ejemplos de prosa, escritos sobre disciplinas técnicas. Algunos autores escribieron obras de este tipo en relación con su propio arte, su téchne: parecen haber sentido el deseo de dar razón de su actividad mediante la palabra escrita. Así se cuenta, p. ej., que Sófocles escribió un tratado Sobre el coro.

En el mismo sentido se pueden recordar los casos de
  • el arquitecto Ictino;
  • el escultor Policleto.
Pero el escrito científico por puro amor a la ciencia debió de desarrollarse entre los matemáticos, lo cual, en esta época, es tanto como decir entre los matemáticos de la escuela pitagórica. Los pitagóricos se enfrentaron a problemas como
  • la cuadratura del círculo,
  • la trisección del ángulo,
  • la duplicación del cubo.
Matemáticos (geómetras) de esta época fueron, entre otros, los siguientes:
  • Hipócrates de Quíos: se ocupó del primer y del tercer problema, la cuadratura del círculo y la duplicación del cubo.
  • A resolver la cuestión de la cuadratura del círculo contribuyó también el sofista Antifonte (), quien inscribía en el círculo polígonos regulares con número de lados creciente; los trabajos de este tipo contribuirán a la determinación del valor de π por Arquímedes.
  • Hípaso de Metapontio, mediados del S. V: pitagórico, matemático y político, figura en la historia de la ciencia como descubridor del concepto de inconmensurabilidad.
  • Filolao de Crotona: también pitagórico, maestro de Simias y Cebes (los personajes del Fedón platónico) / pasa por ser el primero que publicó por escrito doctrinas pitagóricas.
Los sucesores de estos pioneros de la matemática serán, en el S. IV a. C. y el Helenismo, figuras como Euclides o, sobre todo, Arquímedes (287 – 212 a. C.): mira la entrada .
En esa época (el Helenismo) eclosionará un saber para el que habían puesto los cimientos el pitagorismo y la Academia.
Para terminar con la primera prosa científica convendrá recordar que, en general, lo que conservamos de ella son escasos fragmentos que posiblemente no proceden directamente de los autores. Esta es la situación en las demás ciencias – a excepción de la medicina.


2. LOS ORÍGENES DE LA MEDICINA Y EL HIPÓCRATES HISTÓRICO

La prosa científica griega por excelencia es, en esta época al menos, la médica.
Para acceder a los textos médicos de la Antigüedad, mira la antología de Acosta (1999: Médicos y medicina en la antigüedad clásica: antología de textos). Para una visión de conjunto del tema, véase Nutton (2004: Ancient Medicine).
Sabemos que, con anterioridad al S. V a. C., la medicina había sido una mezcla de empirismo y magia: había una relación estrecha entre el médico y el sacerdote, tal y como se puede apreciar en otras épocas y culturas.
Mira Laín (1958): La curación por la palabra en la antigüedad clásica. A esta mezcla de elementos racionales e irracionales en la medicina de la Antigüedad y el Medioevo se refieren los trabajos editados por Palmieri (2003: Rationnel et irrationnel dans la médecine ancienne et médiévale). Mira además L. Gil, Therapeia. Medicina popular en el mundo clásico, Madrid, 1969.
Esta situación (medicina como mezcla de empirismo y magia) cambia en este momento cultural y la medicina, como otros saberes, busca fundamentos racionales.

Se convierte, por tanto, en lo que nosotros llamamos “ciencia”: los escritos de medicina (hipocráticos) se refieren a esta actividad llamándola
  • téchne iatriké (“arte médica”)
  • o bien sophía (“saber”) o incluso, en algunos contextos, epistéme (“ciencia”).
En este sentido se dice (Di Benedetto) que es significativa la comparación entre la medicina griega y la recogida en textos médicos egipcios o asirio-babilónicos: los primeros representan una actitud científica, los segundos precientífica.

El autor más representativo de la nueva actitud de la medicina del S. V es Hipócrates, bajo cuyo nombre conservamos la colección conocida como Corpus Hippocraticum.

Del Hipócrates histórico (en torno a 460 – 370), que no puede ser el autor de todo el corpus, empezaremos recordando que había nacido en Cos (frente a la costa suroccidental de Asia Menor).
Allí existía desde antiguo una afamada escuela de medicina a la que también debió de pertenecer el padre de Hipócrates, Heraclides.
Y su abuelo, también Hipócrates, a quien se le ha atribuido el escrito del corpus Sobre las fracturas y luxaciones.
(Paradójicamente, algunos autores consideran este escrito como lo mejor del corpus, desde el punto de vista estilístico y médico).
La escuela de Cos era una corporación de médicos que hacía remontar sus orígenes a Asclepio, como ya lo hacían Podalirio y Macaón en Ilíada.
En cierto modo, esta escuela es comparable a la escuela de rapsodas, los homéridas que presumían de ser descendientes de Homero.
También había otra escuela de medicina con renombre en la vecina ciudad de Cnido, quizá incluso más antigua que la de Cos.

En las biografías antiguas de Hipócrates se introdujeron abundantes elementos legendarios: es una situación similar a la que afecta p. ej. a las vidas de Homero, de Esopo... La abundancia de elementos legendarios impide discernir qué hay en esas vidas de auténtico y qué de falso. Esto es de aplicación a todas nuestras fuentes biográficas antiguas:
  • Tzetzes.
  • Suda.
  • Manuscrito de Prisciano en Bruselas.
  • Vita atribuida a Sorano.
Por ejemplo, es significativo (por poco fiable) lo que dicen esos escritos sobre la relación de Hipócrates con el culto al dios Asclepio en su ciudad natal. Ahora bien,
  • el Asclepieîon de Cos es de fecha relativamente tardía (finales del S. IV a. C.);
  • la actitud de Hipócrates hacia la medicina debe de haber sido muy distinta de la que era habitual entre los sacerdotes y los seguidores de rituales de curación (p. ej., en Epidauro).
Podemos suponer que sí son ciertas las noticias de que realizó largos viajes, y que estuvo en contacto con sofistas y filósofos como Gorgias, Pródico y Demócrito. Sobre las concepciones teóricas de Hipócrates contamos además con un testimonio discutido y difícil de interpretar en Platón, Fedro 270 c:

Sócrates: ¿Piensas que se pueda conocer suficientemente la naturaleza del alma, sin conocer la naturaleza universal?
Fedro: Si hemos de creer a Hipócrates, el descendiente de los hijos de Asclepio, no es posible, sin este estudio preparatorio, conocer la naturaleza del cuerpo [trad. Patricio de Azcárate].
Según ese testimonio, Hipócrates pensaba que “una comprensión del cuerpo no puede darse sin una comprensión de la naturaleza como conjunto” (G. A. Kennedy). Pero esa doctrina no se expone, tal cual, en ninguno de los tratados que conservamos: ¿querría ello decir que ninguna de las obras del Corpus es original de Hipócrates (Edelstein)?
Más allá de lo que signifique el pasaje, lo que parece que se puede suponer es que Hipócrates trabajaba desde bases teóricas precisas que luego intentaba aplicar a los casos concretos: no se limitaba, por tanto, al momento puramente empírico de la medicina.


3. EL CORPUS HIPPOCRATICUM

Recordaremos que la tradición nos ha transmitido como obra de Hipócrates una colección compuesta por unos sesenta tratados médicos:
  • Concretamente, son 58 escritos divididos en 73 libros en la edición de Littré (París, 1839 – 1861).
  • Todos están escritos en dialecto jónico (algunos, en un jónico arcaizante).
  • La fecha de composición parece oscilar entre el S. V y el I a. C.: el grueso debe de proceder de los SS. V – IV, pero luego hay algún escrito del S. II d. C. (Praecepta).
  • La agrupación del corpus tal y como lo conocemos no parece haber sido obra de los alejandrinos sino proceder del S. X d. C.
  • Los temas expuestos en los escritos son notablemente variados; mira LAÍN (1970, La medicina hipocrática, 37-39):
De carácter general: Juramento; Sobre la medicina antigua; Aforismos (el escrito más célebre del corpus, empleado hasta el S. XIX en universidades europeas).
Anatomofisiológicos.
Dietéticos: Sobre la dieta ("dieta" entendida como régimen, género de vida).
De carácter patológico general: Sobre los aires, aguas y lugares; Pronóstico.
De patología especial: Epidemias; Sobre la enfermedad sagrada.
De contenido terapéutico.
Quirúrgicos: Sobre las fracturas y Sobre la reducción de luxaciones.
Oftalmológicos.
Ginecológicos y pediátricos.
Según se entiende habitualmente (pero es un problema muy discutido), el Hipócrates histórico podría haber sido el autor
  • de Epidemias I y III,
  • así como del Pronóstico;
  • algunos argumentos apuntan también a que puede ser obra suya el importante escrito Sobre los aires, aguas y lugares.
No es de Hipócrates, pero sí uno de los escritos más antiguos del corpus (últimos decenios S. V a. C.), el tratado Sobre la medicina antigua.

En relación con las obras señaladas antes como probablemente auténticas, puede comentarse algo a propósito de al menos las dos siguientes:

Sobre los aires, aguas y lugares, quizá de en torno a 430 a. C.
  • A veces se la ha citado en el S. XX como Sobre el medioambiente, lo cual es índice de la actualidad de su tema.
  • Esta obra trata sobre el influjo de los factores ambientales en la salud o enfermedad de los hombres.
  • Es importante destacar el pensamiento etiológico que anima la obra y busca las causas de la enfermedad (concepto importante para la medicina hipocrática) en esos factores que se hallan en el medio ambiente.
  • Es interesante, también, el contraste que se establece en la segunda parte de la obra entre Asia y Europa, y en cómo influyen los dos ambientes en la salud del hombre.
  • Se puede recordar que el mismo contraste se halla presente en otros jonios de la época, p. ej. Heródoto: mira la entrada .
Epidemias: en el sentido de “visitas a ciudades extranjeras”.
  • De los diversos libros (hasta VII), los más antiguos, los más probablemente auténticos, son I y III.
  • En ellos se recoge una colección de observaciones empíricas obtenidas por el médico al lado del enfermo (historias clínicas, minuciosas).
  • El médico pretende, además, penetrar en las causas de la enfermedad y, trascendiendo el caso particular, llegar a conclusiones de tipo general.
De manera general ha de hacerse observar que la medicina de la época
  • atiende sobre todo a la búsqueda de las causas y el pronóstico sobre la evolución de la enfermedad;
  • en cambio, su eficacia terapéutica es mucho menor dadas las limitaciones de la época.

Pero, a pesar de lo dicho antes sobre las “obras supuestamente auténticas”, resulta enormemente complejo (quizá imposible) hallar criterios fiables que permitan diferenciar lo auténtico de Hipócrates de lo agregado posteriormente a un núcleo original.
Podemos hablar incluso de una auténtica “cuestión hipocrática”, semejante a la cuestión homérica o la “cuestión tucididea” (mira en ).
Por otro lado, buena parte de los tratados incluidos en el Corpus Hippocraticum, aun no siendo obra de Hipócrates, han debido de surgir dentro de la escuela de medicina de Cos.
Se ha supuesto incluso (Diller 1959: “Stand und Aufgabe der Hippokratesforschung”) que la colección podría ser algo así como la “biblioteca de trabajo” de esa escuela.
Por ello, en el curso del tiempo habrían ido aumentando, por agregación, los fondos de esa biblioteca hasta constituir lo que hoy es, para nosotros, el corpus hipocrático.

Por otro lado, en el corpus parecen alternar, con los escritos emanados de Cos, otros que, se ha supuesto, parecen reflejar la actividad de la escuela vecina de Cnido:
  • en ella se cultivó sobre todo la patología especial: es decir, prestaron más atención a la patografía que a la nosografía, al enfermo que a la enfermedad (sobre la nosografía hipocrática, mira Vintró 1973);
  • p. ej., se entienden que pertenecerían a la tradición de Cnido escritos ginecológicos como Sobre las enfermedades de la mujer (I y II) o Sobre la naturaleza de la mujer;
  • su representante más destacado pasa por ser Eurifonte;
  • nótese que en algún lugar del corpus se hacen afirmaciones críticas contra las proposiciones de la escuela de Cnido: puedes consultar el Sobre la dieta en las enfermedades agudas.
Sobre la oportunidad de la distinción entre escritos emanados de Cos / escritos de Cnido, mira López Férez (1988, 625):
  • López Férez afirma que, pese a todo lo dicho, son muchas más las ideas comunes que las que permitirían establecer una diferencia entre dos formas distintas de entender la medicina.
  • En todo caso, en el corpus pueden coexistir escritos derivados de la medicina jonia con otros derivados de la medicina siciliana, más moderna, que no reconoce dos humores (flema, bilis) como la jonia sino cuatro (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra).


4. LA MEDICINA DEL S. V A. C. Y EL AMBIENTE INTELECTUAL DE SU ÉPOCA

Es importantísimo subrayar que la cuestión de la medicina hipocrática trasciende el puro interés médico.

Ciertamente, el punto principal de interés de los escritos hipocráticos no se halla en sus méritos literarios.

Aunque, con todo, en una colección tan heterogénea hay cabida para escritos de muy diversa calidad.
P. ej., ha de destacarse el caso algunos tratados que son escritos de divulgación: son notables por la claridad de su estructura y coherencia de pensamiento.
Es el caso de Sobre el arte médica, de fines del S. V a. C., influido por la retórica de su tiempo: presenta una estructura trimembre, con exordio – argumentación – epílogo.

Pero, en conjunto, la colección no es importante desde el punto de vista más estrictamente literario: aunque sí lo es para la historia cultural de Grecia. En este sentido importa subrayar las analogías existentes entre la medicina del S. V a. C. y la Filosofía.
Al respecto, mira el libro editado por Wittern y Pellegrini (1996), sobre la relación entre la medicina hipocrática y la filosofía de su época: Hippokratische Medizin und antike Philosophie.
La bibliografía señala las relaciones entre la medicina hipocrática y autores “presocráticos” como Heráclito o Empédocles (compara los cuatro principios :: los cuatro humores).

Con todo, a mí me interesa destacar aquí las relaciones entre la medicina hipocrática y la Sofística (mira la entrada ). Antes ya se habló sobre las posibles relaciones entre Hipócrates y Gorgias, Pródico o Demócrito.

Los médicos de este momento parten de las tradiciones previas, como hicieron en su propio ámbito los sofistas. Pero, también como ellos, las someten al tribunal de la razón, de manera que, por ejemplo, rechazan las causas sobrenaturales de las enfermedades, tal y como expone el escrito Sobre la enfermedad sagrada.
Este tratado se considera como un hito inaugural para la ciencia de Occidente; ¿fue escrito muy a finales del S. IV a. C.?
Desmiente, razonando, que la epilepsia sea una enfermedad sagrada, o que en general sea más sagrada que cualquier otra enfermedad.
A propósito de la llamada enfermedad sagrada, he aquí lo que ocurre: me parece que no es en modo alguno más divina ni más sagrada que las demás enfermedades, sino que tiene una causa natural. Pero los hombres creyeron que su causa era divina o por su inexperiencia o por el carácter maravilloso de la dolencia, que no se parece en nada a otras enfermedades. Y si la imposibilidad de conocer lo divino confirma su punto de vista, la banalidad del sistema de curación que adoptan lo contradice, dado que la tratan por medio de purificaciones y encantamientos. Ahora bien, si se ha de considerar divina por sus extraordinarios rasgos, serán muchas las enfermedades sagradas, y no una sola, porque yo demostraré que aquellas otras a quienes nadie considera sagradas no son menos extraordinarias ni prodigiosas (trad. Alsina y Vintró).
  • Demuestra una actitud contraria a las supersticiones y creencias infundadas, que pretende desenmascarar.
  • Con todo, la actitud del tratado no es irreligiosa, pues reconoce que, en último extremo, todo tiene su origen en la divinidad.
  • Evidentemente, es irrelevante que, luego, el tratado explique la epilepsia por la teoría de los humores, por el flujo de la flema del cerebro y por la obstrucción de los canales a través de los que fluyen el aire y la sangre (explicación fisiológica errónea).
  • Hago observar, por último, que se ha hablado de las coincidencias estilísticas del tratado con la Sofística.
Desde el punto de vista del método ha de recordarse el papel concedido por la medicina hipocrática
a la comprensión de la phýsis (considerada como “la gran fuerza que todo lo abarca y que también condiciona todo lo individual”: Lesky 522) y a la búsqueda de las causas de la enfermedad (mira lo dicho antes sobre la importancia concedida en esta medicina a etiología y pronóstico, por delante de la terapia).
Del prestigio científico que alcanzó esta medicina es un indicio el influjo que ejerció en un autor como Tucídides:
  • La terminología técnica de la escuela hipocrática era conocida por el historiador, quien la emplea en la descripción de la Peste (mira lo que dice Rechenauer 1991: Thukydides und die hippokratische Medizin).
  • Otra referencia clásica sobre ello es D.L. Page, “Thucydides’ Description of the Great Plague at Athens”, CQ 3 (1953), pp. 97-115.
Por otra parte, ha de señalarse que el desarrollo de una conciencia ética entre los médicos llevó a la formulación del llamado juramento hipocrático, compuesto quizá en el S. IV a. C. En él, por ejemplo, se habla ya de la confidencialidad en la relación médico-paciente (mira III b en el texto). Al leer este texto, vale la pena atender a aspectos como
  • los dioses a los que se pone por testigos [I],
  • el concepto de la medicina como arte que se hereda dentro de la familia [II],
  • así como la lista de obligaciones y prohibiciones a que se atiene el médico [III a y b].
JURO por [I] Apolo, médico, por Asclepio, y por Higía y Panacea, y por todos los dioses y diosas del Olimpo, tomándolos por testigos, cumplir este juramento según mi capacidad y mi conciencia:

[II] TENDRÉ al que me enseñó este arte en la misma estimación que a mis padres, compartiré mis bienes con él y, si lo necesitara, le ayudaré con mis bienes. Consideraré a sus hijos como si fueran mis hermanos y, si desean aprender el arte médico, se lo enseñaré sin exigirles nada en pago. A mis hijos, a los hijos de mi maestro y a los que se obligaran con el juramento que manda la ley de la Medicina, y a nadie más, les enseñaré los preceptos, las lecciones y la práctica.[III a] APLICARÉ mis tratamientos para beneficio de los enfermos, según mi capacidad y buen juicio, y me abstendré de hacerles daño o injusticia. A nadie, aunque me lo pidiera, daré un veneno ni a nadie le sugeriré que lo tome. Del mismo modo, nunca proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo.

VIVIRÉ y ejerceré siempre mi arte en pureza y santidad. No practicaré la cirugía en los que sufren de cálculos, antes bien dejaré esa operación a los que se dedican a ella. Siempre que entrare en una casa, lo haré para bien del enfermo. Me abstendré de toda mala acción o injusticia y, en particular, de tener relaciones eróticas con mujeres o con hombres, ya sean libres o esclavos.

[III b] GUARDARÉ silencio sobre lo que, en mi consulta o fuera de ella, vea u oiga, que se refiera a la vida de los hombres y que no deba ser divulgado. Mantendré en secreto todo lo que pudiera ser vergonzoso si lo supiera la gente.SI FUERA FIEL a este juramento y no lo violara, que se me conceda gozar de mi vida y de mi arte, y ser honrado para siempre entre los hombres. Si lo quebrantara y jurara en falso, que me suceda lo contrario.



ALGUNAS REFERENCIAS:

ACOSTA, E., Médicos y medicina en la antigüedad clásica: antología de textos, Tenerife, 1999.
CRAIK, E.M. The 'Hippocratic' Corpus: Content and Context, Londres-Nueva York, 2015.
DILLER, H., “Stand und Aufgabe der Hippokratesforschung”, en Kleine Schriften zur antiken Medizin, Berlín-Nueva York, 1973 [1959].
GIL, L., Therapeia. Medicina popular en el mundo clásico, Madrid, 1969.
JOVANNA, J., Hippocrate, París, 1992.
KÜHN, J.H., System- und Methodenprobleme in Corpus Hippocraticum, Wiesbaden, 1956.
LAÍN ENTRALGO, P., La curación por la palabra en la antigüedad clásica, Madrid, 1958.
LAÍN ENTRALGO, P., La medicina hipocrática, Madrid, 1970.
LARA NAVA, M.ªD., Estudio sobre la composición en los tratados hipocráticos, Madrid, 1991.
LÓPEZ FÉREZ, J.A., “Hipócrates y los escritos hipocráticos: origen de la medicina científica”, Epos 55 (1986), pp. 157-176.
LÓPEZ FÉREZ, J.A., “Las ciencias. La colección hipocrática”, en J.A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 613-649.
MARTINY, M., Hippocrate et la médecine, París, 1964.
NUTTON, V., Ancient Medicine, Londres-Nueva York, 2004.
PAGE, D.L., “Thucydides’Description of the Great Plague at Athens”, CQ 3 (1953), pp. 97-115.
PALMIERI, N. (ed.), Rationnel et irrationnel dans la médecine ancienne et médiévale: aspects historiques, scientifiques et culturels, Saint-Etienne, 2003.
RECHENAUER, G., Thukydides und die hippokratische Medizin, Hildesheim, 1991.
SCHIEFSKY, M. J., Hippocrates On Ancient Medicine. Translated with Introduction and Commentary, Leiden, 2005.
RIHLL, T.E., Greek Science, Oxford, 1999.
VINTRÓ, E., Hipócrates y la nosología hipocrática, Esplugues de Llobregat, 1973.
WITTERN, R., y PELLEGRIN, P. (eds.), Hippokratische Medizin und antike Philosophie: Verhandlungen des VIII. Internationalen Hippokrates-Kolloquiums [1993], Hildesheim, 1996.