sábado, 11 de agosto de 2012

EL DELFÍN Y EL PENEDO


EL DELFÍN Y EL PENEDO


Para David, Raquel, Alicia, Tato, Juan y Mari Àngels: por muchas noches más en el monte Aloia


El Himno Homérico VII, dedicado a Dioniso, es nuestro testimonio literario más antiguo de la leyenda del rapto de este dios. Cuando se hallaba junto al mar, Dioniso fue capturado por unos piratas tirrenos que después, ante los prodigios provocados por él, se arrojaron despavoridos al mar y se convirtieron en delfines:


Al punto por el extremo de la vela se descolgó
una vid, de una parte y de otra, y de ella pendían muchos
racimos; en torno al mástil se enroscaba la negra yedra
de flores repleta, y sobre ella brotaba su delicioso fruto;
todos los escálamos tenían coronas. Y ellos, al verlo,
entonces luego ya mandaban al timonel que la nave
a tierra acercase. Pero aquél a la vista de ellos se convirtió dentro de la nave en un león
de terrible y torva mirada; y ellos hacia popa salieron huyendo,
y en torno al timonel, que mantenía un ánimo sereno,
se pusieron aterrados: él, de repente abalanzándose,
al capitán atrapó, y los demás evitando el aciago destino fuera
todos a un tiempo saltaron al mar divino, después que lo hubieron visto,
y en delfines se convirtieron.


Esta es la primera versión literaria de una historia que luego retomaron Ovidio en sus Metamorfosis y Nono de Panópolis en las Dionisíacas. Pero quien se refiere a las revisiones literarias del episodio no puede no citar su representación artística más bella, un plato de figuras negras del siglo VI a. C., obra de Exequias. Huella de la manifestación portentosa del dios del vino son en este plato la vid y los racimos que crecen y se descuelgan por el mástil de la nave.

Dicen que a Galicia llegó el Apóstol en una barca de piedra. Y que Nosa Señora da Barca, en Muxía, también llegó de manera semejante hasta su santuario de la Costa da Morte. No sé qué hay de verdad en estas leyendas piadosas ni quién las creó. Tampoco sé por qué a los gallegos nos gustan tanto las grandes moles de granito, los penedos. En cambio no tengo duda de que alguno de los delfines de Dioniso sí llegó hasta estas tierras y aquí se conserva metamorfoseado en piedra.

En Túi, junto a la gran cruz de piedra, cerca del rincón del monte Aloia donde hubo una pedra de abalar hasta que unos jóvenes animosos la sometieron a un test de stress excesivo (abalaron, abalaron e a escarallaron), se halla el delfín. Otros ven en él una ballena. Yo me inclino por la interpretación dionisíaca.

Es sabido que Diomedes y sus hombres, tras la captura de Troya, llegaron navegando hasta Túi. ¿Cómo fue posible?

Quizá estaba escrito, quizá fue casualidad que acertaran con el rumbo. Quizá intervino en tal viaje uno de los delfines de Dioniso, antes hombre, ahora fiel ayudante de los humanos que surcan el mar. Si el delfín condujo a Diomedes hasta estas tierras, ¿qué tiene de extraño que, metamorfoseado en penedo, siga velando desde las alturas del Aloia por los descendientes de los marineros que él guió hasta Túi?

En cristiano, San Telmo es el patrono de los marineros, de Túi, de los tudenses. Quizá es que todos en Túi somos un poco marineros.



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