lunes, 24 de octubre de 2011

AUTOBIOGRAFÍA EN LA ANTIGÜEDAD: JENOFONTE DE ATENAS


Lo cierto es que, para ser un autor por el que tuve tan poco afecto, son ya unas cuantas las entradas del blog en las que hablo de Jenofonte. Aquí le toca el turno, claro, a Jenofonte en cuanto escritor autobiográfico.



JENOFONTE: LA ESCRITURA AUTOBIOGRÁFICA EN TERCERA PERSONA


Incluyo en esta serie de entradas a Jenofonte de Atenas en atención a una de sus obras historiográficas, la Anábasis
Para traducción, cfr. Bach Pellicer, R. (trad.), Jenofonte. Anábasis, Madrid, Gredos, 1982. 
Empezaremos recordando ciertos datos de la biografía de Jenofonte:

  • Nació hacia el 430 a. C. en Atenas. 
  • Debió de ser educado por el sofista Pródico; parece que después fue discípulo de Sócrates: sobre su relación con éste, cfr. Anábasis III 1, 5 ss. 
  • Tuvo algún tipo de intervención relevante durante el mandato de los Treinta Tiranos (políticamente él era de tendencias oligárquicas). 
  • En el 401 a. C. participó en la llamada “expedición de los diez mil”: 13000 mercenarios auxiliaron a Ciro el Joven, en lucha con su hermano Artajerjes II por el trono de Persia; a tenor del texto de la Anábasis (cfr. I 1, 11; I 3, 1; I 4, 11), los expedicionarios no debían de conocer al principio las verdaderas intenciones del pretendiente. 
  • Ciro murió en combate (en la batalla de Cunaxa, que sus tropas ganaron en vano). Al ser asesinados a traición los cinco jefes de la expedición que capitaneaba el espartano Clearco, Jenofonte se convirtió en uno de los líderes que condujeron a los mercenarios de vuelta a Bizancio: el viaje duró cinco meses, los supervivientes fueron 7000 y la expedición la relató en la Anábasis
  • En el 396 a. C. Jenofonte conoció en Asia Menor a Agesilao, rey de Esparta, con quien trabó amistad (puso por escrito su vida en el Agesilao, una de las primeras biografías de Grecia). Jenofonte acompañó a Agesilao en su lucha contra los sátrapas persas y ¡contra los propios atenienses! (como mercenario: en la batalla de Coronea, 394 a. C.). 
  • Posiblemente a raíz de esto (¿o quizá ya de antes, por haber participado en la expedición junto a Ciro, considerado como enemigo de Atenas?), Jenofonte fue desterrado y sus bienes confiscados: se retiró a una hacienda de Escilunte (en Olimpia), premio que le concedieron los espartanos por los servicios prestados; allí nacieron sus dos hijos. De la finca habla con detalle en Anábasis V 3, 7. 
  • En esta hacienda Jenofonte se dedicó a la composición de sus obras, desde una perspectiva hostil a la democracia de Atenas y con simpatía abierta por los gobiernos autoritarios (como el de Esparta) – esta actitud política queda muy bien reflejada en una de sus obras menores, la Constitución de Esparta. 
  • Tras la derrota de Esparta ante los eleos en el 371 a. C., Jenofonte abandonó Escilunte, pasó a Lepreo y posteriormente a Corinto. 
  • Hacia el 365 a. C. (¿antes quizá?) Atenas anuló el decreto de destierro: sus hijos (no sabemos si el propio Jenofonte) volvieron al Ática: el mayor murió luchando por Atenas en la batalla de Mantinea (362 a. C.). 
  • Jenofonte debió de morir con unos 70 años, después del 355 a. C., en fecha y lugar inciertos. 

* Al parecer conservamos todas sus obras literarias, aunque la datación de las mismas es muy poco segura. Estas obras se dejan agrupar en obras historiográficas, socráticas y obras menores. De todas ellas, las que interesan a nuestro tema son las obras historiográficas, y en concreto la Anábasis.

La Anábasis relata en siete libros la “Expedición de los diez mil”: esa división en siete libros no debe de proceder del autor sino de época posterior, al igual que los resúmenes que preceden a cada libro.

La Anábasis de Jenofonte es la segunda obra de este título: es anterior el texto del general Soféneto de Estínfalo (otro miembro del contingente, repetidamente aludido por Jenofonte), que cayó en el olvido después de la divulgación de nuestra obra.

El sentido del término anábasis es el de “ascensión”, “subida” (desde la costa hasta el interior de un país).
  • Efectivamente, la obra narra la ascensión de los diez mil desde Sardes hasta el interior de Persia: pero el relato de ese acontecimiento sólo ocupa los seis primeros capítulos de la obra (I 2 – 6). 
  • Sigue a la anábasis propiamente dicha el relato del enfrentamiento entre Ciro el Joven y Artajerjes II en la batalla de Cunaxa: I 7 – 8; dentro de este episodio se menciona por primera vez a “Jenofonte de Atenas” (I 8, 15), en conversación con Ciro. 
  • Pero lo que ocupa la mayor parte de la obra es el relato de la retirada de los mercenarios griegos: una retirada de 4000 Km. en la que atravesaron las tierras de los carducos (hoy, curdos) y Armenia hasta llegar al Mar Negro (a Trapezunte, según se cuenta a finales del libro IV). 
  • Con todo, Jenofonte aún alarga la narración otros tres libros hasta el momento en que sus tropas se reúnen con las del espartano Tibrón (VII 6, 1). 
Es importante llamar la atención sobre el hecho de que Jenofonte no es un historiador imparcial: en este sentido hay diferencias notables entre Jenofonte y Tucídides, según ha destacado a menudo la crítica. Jenofonte maquilla la realidad e intenta constantemente situarse en el primer plano:
  • Por ello mengua el papel del espartano Quirísofo, que era quien estaba realmente al mando del contingente. En una ocasión habla de un enfrentamiento Jenofonte – Quirísofo e indica que es el único que se dio entre los dos: IV 6, 1 – 3; cfr. además los términos de la discusión en IV 6, 14 – 16. 
  • Jenofonte se presenta además a sí mismo como salvador de los griegos; él es quien toma la iniciativa tras la muerte de los generales y se ofrece a conducir a los griegos de vuelta a Grecia en III 1, 15 – 26. Sobre el carácter providencial de su figura, cfr. p. ej. IV 3, 8 – 16. 
  • En la narración es él el que adopta los puntos de vista acertados, y el que, en las deliberaciones, recibe el mayor apoyo de los soldados. Es significativa p. ej. el debate sobre cómo han de continuar a partir de Trapezunte; cfr. cómo manipula Jenofonte la asamblea en V 1, 2 – 14. 
  • Cfr. cómo Jenofonte le quita el protagonismo a Quirísofo en el episodio siguiente: III 4, 38 – 49. 
Otros autores que escribieron sobre la expedición de Ciro el Joven manipularon la historia en sentido inverso. Éste debió de ser el caso de Éforo, discípulo de Isócrates; Éforo debió de ser fuente de Diodoro de Sicilia, y ello explica que Jenofonte esté ausente del relato de la expedición que escribió Diodoro (XIV 19 – 31).

Por otro lado, parece que el propio Jenofonte intentó menguar su personalismo y aparentar objetividad escribiendo su historia en tercera persona: los primeros receptores de la obra tenían que pensar que era alguien independiente quien hablaba de la expedición y escribía los hechos de Jenofonte. Por ello debió de dar a conocer la obra bajo un pseudónimo; éste es el de Temistógenes de Siracusa, a quien se refiere la primera persona que aparece a veces en la obra:
Lo que escribí [yo, Temistógenes] de que el Rey se asustó con este avance era evidente (II 3, 1). 
A este Temistógenes alude Jenofonte en las Helénicas (III 1, 2) y se refiere a él como autor de una Anábasis: PERO lo cita y la cita coincide textualmente con la de su propia Anábasis. Ya Plutarco (De gloria Atheniensium 345 e) consideró que todo esto era un artificio y que Temistógenes era en realidad el nombre bajo el que Jenofonte publicó su obra, al objeto de dar impresión de imparcialidad. Desde Plutarco, la crítica acepta (prácticamente sin excepciones) su intuición.

Con todo, también cabe pensar que la adscripción de la obra a Temistógenes de Siracusa pudo obedecer a lo que podríamos llamar “motivos editoriales”: como Jenofonte estaba desterrado de Atenas, quizá tuvo que publicar su obra bajo pseudónimo, para poder darla a conocer en su ciudad.

Una cuestión emparentada con la del personalismo de Jenofonte es su supuesto carácter tendencioso (todavía más marcado en las Helénicas que en la Anábasis). Éste es otro lugar común de la crítica sobre Jenofonte. Al respecto cfr. este comentario de García Gual (p. 23 en la traducción de Bach Pellicer):
La tendencia apologética es patente, creemos, a lo largo de la narración. Lo que no quiere decir que sea un relato tendencioso. Jenofonte escribe sus recuerdos personales de la expedición, a más de veinte años tal vez, apoyándose quizás en algunos apuntes o un diario de viaje. Pero escribe con un propósito mucho más amplio que el de redactar un escrito exculpatorio o laudatorio. Si la Anábasis tiene algo de “rendición de cuentas”, es también una “rendición de cuentas” consigo mismo, una rememoración orgullosa y sincera de su pasado.

En el caso de la Anábasis nos encontramos con una narración en la que el autor (no el narrador) desempeña un papel importante. Es cierto que nos hallamos ante un cierto tipo de escritura autobiográfica: ahora bien, los rasgos autobiográficos presentes en la obra, ¿bastan para considerarla como una autobiografía de Jenofonte de Atenas?

Dejamos abierta la cuestión hasta llegar al momento de las conclusiones definitivas.


C. JULIO CÉSAR (101 – 44 a. C.) es un caso comparable al de Jenofonte por cuanto él también narró en tercera persona parte de los acontecimientos de los que había sido protagonista. Así actuó en sus Commentarii: siete libros sobre la guerra de las Galias, más dos (o tres) sobre la Guerra Civil.
De hecho, suele indicarse que este procedimiento narrativo (narrar acontecimientos protagonizados por uno mismo en tercera persona) debió de tomarlo César directamente de Jenofonte.

La obra de César contaba con antecedentes en la tradición: los hypomnémata (“memorias”) o los commentarii, distintos de la historia por su carácter puramente denotativo. A propósito de este tipo literario cabe decir que los políticos romanos convirtieron el comentario en un informe objetivo de sus hazañas que se publicaría para su propia justificación y para beneficio de sus descendientes.
  • En el Bellum Gallicum, César relata los acontecimientos de los años 58 a 52 a. C.; la obra culmina con la derrota de Vercingetórix en ese año. El Bellum Gallicum se publicó al año siguiente con una intención evidentemente propagandística: mostrar la dignitas de César y así facilitarle el camino al consulado del año 49 a. C.
  • Los siete libros de la obra, que ya estaba publicada en el 51 a. C., no debieron de ser escritos antes del 52. En esa fecha César debió de proceder a la redacción definitiva a partir de sus notas y de borradores previos. Cada uno de los siete libros trata de las acciones de un solo año. La estructura es, por tanto, muy sencilla, e igualmente es sencillo el estilo con que están escritos los Commentarii. De hecho, la obra produce una impresión general de sencillez, asepsia y objetividad.
  • Aunque, obviamente, César pudo maquillar en algún caso la realidad, o bien debió en otros casos simplemente construirla por falta de informaciones ciertas. Con todo, y aun tratándose de una obra con intención propagandística que narra sucesos tan próximos en el tiempo, la elaboración del Bellum Gallicum no es descarada. Importa destacar que

“los Commentarii [Bellum Gallicum] no son un documento de autoconocimiento y nos dicen poco de la vida personal de César” (Cambridge History of Ancient Literature II,318);

“los atractivos del hombre [de César], incluso su generosidad proverbial, no aparecen” (J. Bayet 178).

Por tanto, en el caso de Bellum Gallicum nos hallamos ante la misma duda que también se nos planteaba a la hora de valorar como autobiografía la Anábasis de Jenofonte.

Los libros de la Guerra Civil tratan los acontecimientos de los años 49 y 48 a. C. Es una obra incompleta (faltan acontecimientos del 48) y más imperfecta que los libros sobre la Guerra de las Galias.

Aunque estos últimos libros debieron de ser escritos en el 47 a. C., pese a la proximidad a los sucesos y la implicación personal de César en los mismos, la objetividad de la obra es apreciable, según se puede constatar por comparación con lo que nos dicen sobre los hechos otros autores (Cicerón, Asinio Polión, Livio).





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