domingo, 30 de enero de 2011

ALEJANDRO MAGNO, HOMBRE, REY, HÉROE (V): À REBOURS


Para Alberto, la primera persona que me habló de À rebours.
Para Francis, la primera persona que conozco que hace una tesis sobre esta novela.

Pablo Julio, un amigo uruguayo, veterinario humanista, me advirtió de que mi paisano Feijoo, allá en el XVIII, presentaba una imagen de Alejandro harto distinta del retrato heroico que yo reflejaba en estos posts. 
Pienso que es sugerente colgar en el blog algunos párrafos de esa visión heterodoxa del rey de Macedonia: la pintura galaica, ovetense e ilustrada de un Alejandro à rebours.


Benito Jerónimo Feijoo
Cartas eruditas y curiosas
Carta XXIX
Paralelo de Carlos XII, Rey de Suecia,
con Alejandro Magno

1. Muy señor mío: La admiración con que Vmd. recibió la noticia, que le dio N. de que yo prefería, en línea de Héroe, Carlos, Rey de Suecia, Duodécimo de este nombre, a Alejandro Magno, es para mí objeto de otra admiración. Díceme Vmd. que habiendo leído la vida de aquel malogrado Príncipe, escrita, según se da por cierto, por Mr. Voltaire; y la de Alejandro por Quinto Curcio, no halla fundamento alguno para la preferencia que doy al primero, respecto del segundo. Esto admiro, porque en los mismos Escritos veo grandes motivos para la expresada preferencia; y porque me hallo ahora bastantemente desocupado, se los haré presentes a Vmd. a fin de que haga sobre ellos más reflexión, que la que hizo hasta aquí. [230] 

2. Supongo, que en esta cuestión no hablamos de un Heroísmo perfecto, el cual consiste en la colección de todas las virtudes, poseídas en grado sublime; pero tampoco de un Heroísmo tan imperfecto, que se reduzca a una sola virtud, sea la que fuere. Dirase con verdad, pongo por caso, que un hombre de sumo valor tiene un valor heroico; mas no por eso se podrá llamar absolutamente Héroe. Las virtudes militares, valor, pericia, y prudencia, colocadas en grado eminente, son las que ganan la reputación de Héroes en la común aceptación. El valor, por sí solo, no basta; antes desasistido de una sabia conducta, ya no será valor, sino audacia y temeridad. Pero aun estas virtudes, sin la compañía de otras, constituirán un Heroísmo muy diminuto. No pido, que el Héroe sea un Santo, pues no da el mundo este significado a aquella voz; pero parece que de justicia se puede, por lo menos, exigir en el Héroe, que sea clemente, liberal, y observante de su palabra (...).

17. Pero así como, si las adversidades, que padeció Carlos, hubieran caído sobre Alejandro, le hubieran reducido a un estado bien mísero: si Carlos hubiera tenido la fortuna de Alejandro, es muy verosímil que se hubiera hecho mucho más ilustre que él. (...) Pero la más fuerte demostración de que Carlos, con igual fortuna que Alejandro, se hubiera hecho más ilustre, se toma de las pruebas que vamos dando, de que en el complejo de las virtudes propias de un Conquistador, excedió el Héroe de Suecia al de Macedonia.

18. La clemencia fue una de aquellas, en que más se pudo notar el exceso. Es verdad, que no siempre ejerció Carlos esta virtud. Obró contra ella, y con nimio rigor en el suplicio del General Patkul. Mas al fin, sólo una vez, y sólo con un hombre fue riguroso, y aun concederé, que cruel. Mas Alejandro, ¿cuántas veces, y no con uno, u otro, sino con millares de hombres, igualó en la crueldad al hombre más bárbaro? Díganlo el saco y desolación de Tebas. Dígalo la ruina de Tiro, donde sin más delito de parte de los habitadores que haberse defendido con valor, dio orden para que fuesen pasados al filo de la espada cuantos no se hallasen refugiados en los Templos; y después de saciada la [240] ira del Soldado en muchos millares, que cayeron por las calles, hizo morir en cruces dos mil que quedaron, cubriendo toda la orilla del Mar Tirio con tan horrible espectáculo. Dígalo la horrenda matanza de toda la Nación, o estirpe de los Branquidas, que hizo ejecutar a sangre fría. Dígalo su barbarie con el Príncipe Arimaces Sogdiano, y todos los Nobilísimos de aquella gente, que habiendo, después de poca resistencia, bajado de la Montaña a rendirse, después de azotarlos, a todos los hizo crucificar. Omito casos menos notables.

19. Mayor aún que en la clemencia fue la ventaja, que hizo Carlos a Alejandro en la continencia. No fue, a la verdad, Alejandro de los Príncipes más desordenados en el capítulo de la lascivia. Pero estuvo muy lejos de ser continente. Plutarco dice, que fuera de las nupcias, no tocó a mujer alguna, sino a Barsene. Debió de olvidarse Plutarco de la prostituta Tais, que no calló Curcio, y de la concubina Campaspe, de quien hablan Plinio, Eliano, y otros. Curcio introduce también en el lecho de Alejandro a Talestris, Reina de las Amazonas. Pero ya Juan le Clerc, en la Crítica que hizo de Quinto Curcio, con gran fundamento notó esto de fábula. Su circunspección, respecto de la hermosísima mujer de Darío, es laudable. Pero su detestable comercio con el Eunuco Bagoas, que sobre las torpezas del lecho le hizo cometer algunas muy graves en la conducta, no permite presentarse Alejandro a la imaginación sin horror.

20. Al contrario, no se halla en las Historias Príncipe más limpio por esta parte, que Carlos. Jamás se notó en él el más leve defecto, ni en obra, ni en palabra contra la más escrupulosa pudicicia; lo que es digno de notar en un hombre que pasó toda la vida sin casarse (...).

21. Habiendo sido tan superior Carlos a Alejandro en la continencia, lo fue mucho más en la templanza. En esta materia no hay otro paralelo entre los dos, que el de dos extremos sumamente opuestos, uno de templanza, otro de destemplanza. Carlos muy parco, Alejandro muy glotón. Carlos no usó jamás de otra bebida que agua: Alejandro fue vinoso con sumo exceso, pasando mucho más allá de la cantidad de vino que podía resistir, ni su estómago, ni su cabeza. Así, era en él muy frecuente la embriaguez. Ateneo, citando a Eumenes Cardiano, y a Diodoro de Eritrea [242], refiere que había tal borrachera que le hacía dormir dos días continuados con sus noches.

(...)

28. He concluido, Señor mío, el cotejo de los dos Héroes, con que pienso traer a Vmd. a mi opinión, de que la ventaja está de parte del Alejandro del Norte. Este nombre dan unánimes las Naciones a Carlos Duodécimo, Rey de Suecia: como a Margarita de Valdemar, Reina también de Suecia, llamaron la Semíramis del Norte. Y yo hallo entre los dos la conformidad, de que poseyendo las virtudes del Alejandro de la Grecia, y de la Semíramis de la Asiria, carecieron de los vicios de esta Heroína, y de aquel Héroe. Soy en todo tiempo de Vmd., &c.

4 comentarios:

lluch3@gmail.com dijo...

Felicidades . Tu entrada es impresionante. Tu blog va ganando en peso y profundidad conforme va pasando el tiempo.
¡¡¡Sigue así!!!
Marian

Anónimo dijo...

Un honor la mención en tan meritorio blog y meritoria entrada.

lluch3@gmail.com dijo...

Y meritoria la tesis sobre tan difícil novela.
Marian

José B. Torres Guerra dijo...

Bueno, aclaremos (por si acaso) que la novela de la que va la tesis es A contrapelo, de J.-K. Huysmans, autor al que, entre unos y otros, aún no habíamos nombrado