sábado, 9 de enero de 2010

CALÍMACO, HIMNO A ZEUS


Hace algunos años preparé una traducción de los Himnos de Calímaco para una editorial española en la que he publicado algún otro trabajo como traductor. El acuerdo con esa editorial no cuajó, de manera que mi traducción de los Himnos (de parte de ellos: no llegué a escribir la del II ni la del III) permanece inédita desde entonces. Como no sé si llegaré a publicar esa versión, como no me gustan los "trabajos de filología perdidos", he pensado que una buena forma de iniciar esta sección de platos fuera de carta podría ser precisamente dar a conocer la traducción que hice del primero de los textos, el Himno a Zeus.
En El Festín de Homero hay, claro, una entrada dedicada a Calímaco (mira 37. Calímaco). De este autor se ha dicho que componía una "poesía de porcelana". Así es, seguramente, por el mimo con que emula (que no imita) a sus referentes literarios. Por ello, cuando me embebí en los
Himnos, me sorprendió descubrir que Calímaco hacía compatible la porcelana con el humor y lo grotesco.
De lo grotesco en Calímaco se podrá hablar en otra entrada porque no parece un elemento especialmente relevante en el
Himno a Zeus (¿salvo, quizá, por la referencia al ombligo del dios?). Ahora bien, sí es más fácil rastrear rasgos de humor sutil en este poema. Si tanta materia ofrece para el canto el padre de hombres y dioses, ¿por qué no lo celebra Calímaco como "el de de grave tronar" (barýktypos) sino como niño recién nacido? Si Zeus es el más grande de los dioses del Olimpo, ¿por qué le dedicó el poeta de Cirene el himno más breve de su corpus?


¿Puede haber algún otro más apto para ser cantado entre libaciones
que Zeus, que el Dios mismo, siempre inmenso, siempre soberano,
vencedor de los Pelagones, que justicia imparte a los Uránidas ?
¿Y cómo lo cantaremos, como dicteo o liceo ?
En gran duda se halla mi ánimo, pues su linaje es disputado.
Zeus, de ti afirman unos que en los montes ideos naciste;
otros, Zeus, que en Arcadia: ¿quiénes, oh padre, mintieron?
“Los cretenses son siempre mentirosos”, que también, soberano, tu tumba
los cretenses se inventaron. Mas tú no has muerto, que existes por siempre.
A ti en Parrasia te dio a luz Rea, donde más
espesa era la fronda del monte. Por eso el lugar
es sagrado, y en modo alguno en él se entromete
ni animal que requiera de Ilitía , ni mujer, sino que a este paraje
“antañón lecho de Rea” llaman los apidaneos .
Entonces, una vez que tu madre te sacó de sus profundas entrañas,
al punto buscaba una corriente de agua, en la que limpiase
las reliquias del parto, y por lavar en ella tu piel.
Sin embargo, el gran Ladón aún no manaba, ni el Erimanto,
el más diáfano de los ríos, y aún carecía de lluvias toda
la Acénida : pero iba a ser llamada riquísima en aguas
luego. Es que entonces, cuando Rea se soltó la cintura,
muchas encinas, sí, en su curso hacía brotar el voluptuoso
Yaón, muchos carruajes recorrían el Melas,
muchos animales terrestres donde la húmeda corriente
del Carión ponían sus guaridas, e iba un hombre
a pie cruzando el Cratis y la muy pedregosa Metopa
padeciendo sed, que el agua, en abundancia, se ocultaba bajo sus plantas.
Y, sintiéndose angustiada, dijo la venerable Rea:
“Gea querida, da a luz tú también, que tus dolores de parto son livianos”.
Dijo, y la diosa, tendiendo a lo alto su vasto brazo,
golpeó el monte con el cetro. Aquél se dividió en dos mitades distintas
y por allí manó una gran corriente. En el lugar, tras limpiar tu piel,
te fajó, soberano, y te entregó a Neda para que te llevara
a la gruta cretea (donde en secreto serías criado),
a Neda, la más anciana de las ninfas, que a su parto entonces asistieron,
pues era de la primera progenie, después de Éstige y Filira .
Y no pagó con ruindad la diosa este favor, sino que a la corriente
aquella “Neda” la llamó: ésta, en abundancia, por donde se halla la propia
ciudad de los caucones, que el nombre de Lepreo recibe,
se une a Nereo, y de ella, ancestral agua,
beben los descendientes de la osa licaonia .
Cuando Tenas abandonó la ninfa, ¡oh padre Zeus!,
trayéndote hasta Cnoso (Tenas estaba cerca de Cnoso) ,
se te cayó en este momento, divino, el ombligo: por eso a aquel
llano desde entonces “Onfalio” lo llaman los cidones.
Zeus, a ti las compañeras de los Coribantes te tuvieron en brazos,
las Melias dicteas, a ti te meció Adrastea
en cuna de oro, tú mamaste de la pingüe ubre
de la cabra Amaltea y con dulce miel te alimentaste.
Es que aparecieron de repente los trabajos de la abeja Panácride
en los montes ideos, a los que la fama llama Panacras .
Y los Curetes bailaron a buen ritmo en torno a ti una danza guerrera,
entre golpeteos de sus armas, para que a los oídos de Crono
llegara el estrépito de sus escudos y no el de tus llantos infantiles.
Con donaire crecías, con donaire te criaste, Zeus celeste,
presto llegaste a la juventud y presto te brotó el bozo.
Pero, cuando aún eras niño, todo lo que dijiste se cumplió;
por tanto, tus hermanos, aun nacidos antes,
no se opusieron a que te hicieras con el cielo, indivisa morada.
Y antaño no eran enteramente veraces los aedos,
pues dijeron que la suerte distribuyó entre los tres Crónidas sus mansiones.
Pero, ¿quién se habría jugado el Olimpo contra el Hades
sino un completo necio? Es que parece lógico echar suertes
sobre cosas iguales; mas, entre estos dos reinos, se da la mayor diferencia.
Ojalá me invente algo que persuada el oído del que escucha.
No te hicieron rey de los dioses las suertes sino las obras de tus manos,
tu poder y tu fuerza, a los que también asentaste cerca de tu trono.
Y convertiste el ave que con mucho destaca en mensajero
de tus portentos: ¡ojalá se los muestres favorables a mis amigos!
Escogiste, entre los hombres, a los mejores; lo que es tú, no te quedas
con el ducho en naves, con el que blande el escudo ni con el aedo.
Antes bien, para otros bienaventurados de menor valer dejaste
que se cuidaran de estas otras cosas, mientras tú te escogiste a los mismos
caudillos de las ciudades, bajo cuyo poder se halla el hacendado, el hábil lancero,
el remero, todo: ¿qué no está sometido a la fuerza del que manda?
Por ejemplo, de los herreros decimos que son de Hefesto,
de los guerreros que pertenecen a Ares, a Ártemis, que túnica viste,
los cazadores, y a Febo los entendidos en los caminos de la lira.
Pero “de Zeus proceden los reyes”, pues nada hay más divino que los soberanos,
hijos de Zeus. Por ello también te los escogiste como tu lote.
Les otorgaste guardar las ciudades, mientras tú ocupas tu puesto
en lo más alto de los burgos, como vigía de quienes con juicios torcidos
al pueblo oprimen y de quienes, a la contra, lo llevan por buen camino.
De opulencia los cubriste, de riqueza en abundancia:
a todos, sí, pero no de la misma manera. Parece oportuno concluirlo
del caso de nuestro soberano , que muy adelantado anda en excelencia.
Lo que es aquél, a la tarde culmina lo que por la mañana idea,
a la tarde, sí, las más grandes cosas, y las menores en cuanto las concibe.
Los otros unas cosas en un año, otras ni en uno; a otros, en fin,
tú mismo les impediste verlas realizadas y quebraste su afán.
Salud a ti en grado sumo, Crónida excelso, dador de bienes,
dador de dicha. Tus obras, ¿quién las cantaría?
Ni nació ni nacerá: las obras de Zeus, ¿quién las cantará?
Salud, padre, salud otra vez: concédenos virtud y opulencia.
Que la riqueza sin virtud no sabe elevar a los varones,
ni la virtud sin riqueza: concédenos a la par virtud y riqueza.