sábado, 3 de enero de 2009

APOLONIO DE RODAS Y LA ÉPICA HELENÍSTICA


1. LA PERSONALIDAD HISTÓRICA DE APOLONIO
2. LAS ARGONÁUTICAS FRENTE A LA ÉPICA HOMÉRICA
3. LA ÉPICA PARÓDICA DEL HELENISMO: LA BATRACOMIOMAQUIA


Después de la entrada dedicada a Calímaco () es oportuno referirnos a un poeta que, desde los mismos postulados del Helenismo, se enfrentó a él según la tradición: Apolonio de Rodas. Éste será el momento de hablar también de otras manifestaciones helenísticas del género épico.


1. LA PERSONALIDAD HISTÓRICA DE APOLONIO

La épica helenística intensifica tendencias que ya se apreciaban en la épica posthomérica:
  • Incrementa los elementos maravilloso y sentimental.
  • El poeta doctus que llena su obra de referencias intertextuales es la norma en el Helenismo.
En la época helenística la epopeya tradicional al modo homérico ha cedido su puesto a un nuevo tipo de poema épico, más preciosista y elaborado en el detalle, de acuerdo con los gustos literarios de los nuevos tiempos.

Se trata, obviamente, de una épica culta, diversa de la épica popular representada por Homero.

Apolonio de Rodas es el único autor serio de este período del cual conservamos íntegro un poema épico extenso, las Argonáuticas.
  • Apolonio nació en Alejandría a principios del S. III a. C. Director de la Biblioteca, fue discípulo de Calímaco, del cual se acabó distanciando.
  • Parece que tras el fracaso de una primera edición de sus Argonáuticas se trasladó a Rodas, donde dio al poema su forma final.
Detrás de la polémica con Calímaco (sea ésta real o ficticia) late un auténtico problema literario: el aparente desacuerdo entre el programa poético helenístico y las Argonáuticas.

Esta obra es un poema épico extenso que, en la apariencia al menos, resulta demasiado homérico para el gusto de la época.

Recuérdese que los poetas helenísticos favorecían la miniatura poética (méga biblíon méga kakón: “un libro grande es una desgracia grande”) dentro de la cual el autor se esforzaba por buscar la originalidad.


2. LAS ARGONÁUTICAS FRENTE A LA ÉPICA HOMÉRICA

Las Argonáuticas refieren en cuatro libros la expedición de los argonautas a la Cólquide en pos del vellocino de oro.

Ahora bien, Apolonio trata este tema mitológico tradicional de forma peculiar que evidencia, pese a la incomprensión de Calímaco y sus contemporáneos, una actitud nueva ante la materia y el estilo épicos:

Sus Argonáuticas sí responden al programa poético del Helenismo; son el prototipo del poema épico extenso adaptado a los nuevos gustos literarios:
  • P. ej., es característico del Helenismo el interés por las curiosidades de tipo geográfico, etnográfico o religioso que manifiestan las Argonáuticas (éste es un interés que comparten con las obras paradoxográficas contemporáneas).
  • También es característico del estilo culto del helenismo el juego constante de referencias intertextuales de las Argonáuticas: Apolonio juega a evocar pasajes homéricos, de tal modo que a veces, a la luz del pasaje evocado, cambia el sentido de lo que estamos leyendo en su epopeya.
  • El tipo de héroe que representa el protagonista del poema, Jasón, es muy diferente del héroe homérico. En el poema, el héroe tradicional es Heracles, pero éste abandona pronto la expedición (en el libro I). El héroe ante el que nos deja Apolonio es Jasón, que no resuelve su empresa por medio de su fuerza física, su elocuencia o su valor sino por medio del engaño y de la pasión amorosa que despierta en una mujer: la princesa Medea.
  • Por oposición a la épica homérica, es novedosa en Apolonio la profundización psicológica; esa profundización es especialmente notoria en el caso de Medea: en el libro III (el más famoso de la obra) se nos narra cómo se despierta progresivamente su pasión por Jasón, al cual ayudará traicionando a su familia.
En su conjunto el poema de Apolonio resulta difícil, y de hecho la crítica no ha sido comprensiva con muchas de sus peculiaridades, como por ejenplo:
  • la impresión de falta de unidad que despierta por su tendencia al barroquismo;
  • la amoralidad del protagonista;
  • la sensación de esterilidad y rebuscamiento que pueden provocar a algunos lectores las alusiones intertextuales de Apolonio.
No obstante, se debe indicar también que el autor de las Argonáuticas fue un autor muy leído en la Antigüedad (según prueba el número de sus papiros) y que para Virgilio constituía un modelo épico innegable.


3. LA ÉPICA PARÓDICA DEL HELENISMO: LA BATRACOMIOMAQUIA

Ciertamente no hemos conservado ninguna otra epopeya seria del Helenismo: en relación con esas epopeyas perdidas se recordarán tan sólo los nombres de dos épicos:
  • Riano de Creta.
  • Euforión de Calcis.
Pero sí ha llegado hasta nosotros un ejemplar de épica paródica helenística, la Batracomiomaquia.

Esta obra trata de una guerra entre las ranas y los ratones: este simple esbozo de su tema nos indica ya que esta obra pertenece al subgénero del poema heroico-burlesco, cultivado
  • en Grecia, en época helenística (hay datos sobre más obras de este tipo);
  • en Europa, en los SS. XVII-XVIII, el momento en el que la auténtica poesía épica pierde vigencia: posiblemente es una constante en la evolución de los géneros la aparición de formas paródicas en la fase terminal de éstos.
Tanto en Grecia como en la Europa moderna, el poema heroico-cómico se caracteriza por la actitud paródica hacia los ideales heroicos.

Esa parodia se logra sacando de su contexto los recursos estilísticos y compositivos de la gran poesía épica, empleándolos para narrar sucesos intrascendentes e irrelevantes.
Por ejemplo, la Batracomiomaquia nos refiere, como decíamos, la guerra que se entabla entre las ranas y los ratones:
  • El rey de las ranas, physígnathos (“el que infla los mofletes”), se ofreció a ayudar al ratón psichárpax (“que arrebata migajas”) a cruzar una laguna.
  • A mitad de camino, la aparición de una culebra de agua asusta a physígnathos, el cual deja caer al agua al ratón.
  • Esta muerte provoca el enfrentamiento heroico de las ranas y los ratones.
  • Testigos de este enfrentamiento serán los dioses porque en la Batracomiomaquia, como en Homero, hay intervenciones divinas.
La estructura del poema se puede sintetizar de la siguiente manera:
  1. Proemio (1-8).
  2. Causas de la guerra (9-98).
  3. Preparativos del combate (99-201).
  4. Desarrollo de la batalla (202-303).
Cfr. los trece primeros versos del poema (trad. J. B. Torres):
Iniciando la primera columna al coro del Helicón
que venga a mi pecho le suplico, por un canto
que ha poco en tablillas sobre mis rodillas puse,
una batalla inmensa, obra de Ares que a guerra suena;
suplico que a los oídos de los mortales todos lleven
cómo los ratones salieron vencedores de las ranas,
émulos de las obras de los varones nacidos de la tierra, los Gigantes,
según era relatado entre los mortales; y tal principio tuvo.

Sediento un ratón que había huído de la amenaza de una comadreja
a una charca cercana aproximó su codicioso hocico,
gozándose en el agua dulce cual la miel; a éste vio
la joya de la charca, afamada rana que tales palabras profirió:
“Extranjero, ¿quién eres?, ¿de dónde llegaste a estas costas?, ¿quién es el que te engendró?”
Contra lo que pudiera parecer, el poema heroico-burlesco es una forma de épica culta: nótese que la Batracomiomaquia exige el conocimiento previo de la Ilíada y que la relación entre estos dos poemas es del tipo hipertexto-hipotexto.
  • Las relaciones hipertextuales son de tipos distintos: aquí no podemos ahondar en este problema, que es uno de los que más han preocupado a la crítica literaria actual.
  • De manera general (y en forma de síntesis) podemos decir que en el fenómeno de la hipertextualidad una de sus posibilidades básicas pasa por la disociación entre el estilo y el tema del hipotexto.
  • En el caso de la Batracomiomaquia se conserva el estilo del hipotexto (la Ilíada) pero se modifica el tema (ranas y ratones tienen muy poco que ver con los héroes homéricos): por ello hablamos de una “imitación satírica”.
  • Se trata, además, de una imitación lúdica, a diferencia de la imitación seria representada por las Posthoméricas de Quinto de Esmirna: mira la entrada .
Al tiempo se ha de decir que no todo es “culto” en el género de la épica paródica: en este género (al menos tal y como lo representa la Batracomiomaquia) se aprecia también un influjo de un género tan popular como la fábula: conservamos de hecho una fábula atribuida a Esopo sobre la amistad de una rana y un ratón (cfr. Bernabé 1978, p. 320).

El valor histórico de esta épica paródica (la Batracomiomaquia y otros poemas similares del helenismo) consiste en que es testimonio de las constantes que operan en la evolución de los géneros.

Pero al tiempo el valor de la Batracomiomaquia radica en su carácter de puro divertimento. De hecho esta obra fue una lectura frecuente en la escuela en la Edad Media y el Renacimiento.



ALGUNAS REFERENCIAS:

* Sobre la épica del Helenismo en general:
GIL, L., “La épica helenística”, en AA.VV., Estudios sobre el mundo helenístico, Sevilla, 1971, pp. 91-120.
ZIEGLER, K., Das hellenistische Epos, Leipzig, 1966 (2ª ed.).

* Sobre Apolonio de Rodas en particular:
BEYE, C.R., Epic and Romance in the Argonautica of Apollonius. Literary Structures, Illinois, 1982.
BRIOSO SÁNCHEZ, M., “Introducción”, en Apolonio de Rodas. Argonáuticas, Madrid, 1986, pp. 9-35.
CAMPBELL, M., Echoes and Imitations of Early Epic in Apollonius Rhodius, Leiden, 1981.
CARSPECKEN, J.F., “Apollonius Rhodius and the Homeric Epic”, YCS 13 (1952), pp. 33-143.
CLARE, R.J., The Path of the Argo: Language, Imagery, and Narrative in the Argonautica of Apollonius Rhodius, Cambridge, 2002.
CLAUSS, J.S., The Best of the Argonauts: The Redefinition of the Epic Hero in Book 1 of Apollonius'Argonautica, Berkeley, 1993.
DRÄGER, P., Die Argonautika des Apollonios Rhodios: Das zweite Zorn-Epos der griechischen Literatur, Múnich, 2001.
FRÄNKEL, H., Noten zu den Argonautika des Apollonios, Múnich, 1968.
FUSILLO, M., Il tempo delle Argonautiche, Roma, 1985.
GARCÍA TEIJEIRO, M., “Apolonio de Rodas”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 804-816.
HUNTER, R., The Argonautica of Apollonius. Literary studies, Cambridge, 1993.
KNIGHT, V., Renewal of Epic. The Responses to Homer in the Argonautica of Apollonius, Leiden, 1995.
LAWALL, G., “Apollonius'Argonautica: Jason as Anti-Hero”, YCS 19 (1966), pp. 119-169.
NYBERG, L., Unity and Coherence. Studies in Apollonius Rhodius' Argonautica and the Alexandrian Epic Tradition, Lund, 1992.
THIEL, K., Erzählung und Beschreibung in den Argonautika des Apollonios Rhodios. Ein Beitrag zur Poetik des hellenistischen Epos, Stuttgart, 1993.
VALVERDE SÁNCHEZ, M., “El discurso-programa en la técnica anticipatoria de Apolonio Rodio”, Emerita 56 (1988), pp. 217-227.
VÍLCHEZ, M., “El epíteto en Apolonio de Rodas: tradición e innovación”, Emerita 54 (1986), pp. 63-101.
VÍLCHEZ, M., “La estructura formal de la comparación en las Argonáuticas de Apolonio de Rodas”, Emerita 57 (1989), pp. 5-35.

* Sobre Euforión de Calcis:
CLÚA, J.A., “El Jacinto de Euforión y el problema del élegos”, Emerita 59 (1991), pp. 39-51.
CLÚA, J.A., Estudios sobre la poesía de Euforión de Calcis, Cáceres, 2005.
CUENCA, L.A. DE, Euforión de Calcis, Madrid, 1976.
LATTE, K., “Der Thrax des Euphorion”, Philologus 90 (1935), pp. 129-155.

* Sobre la épica paródica (la Batracomiomaquia):
BERNABÉ, A. (trad.), Himnos Homéricos. La “Batracomiomaquia”, Madrid, 1978.
GLEI, R., Die Batrachomyomachie. Synoptische Edition und Kommentar, Frankfurt, 1984.
WÖLKE, H., Untersuchungen zur Batrachomyomachie, Meisenheim am Glan, 1978.





martes, 30 de diciembre de 2008

DE LA POESÍA DIDÁCTICA AL YAMBO Y EL EPIGRAMA EN ÉPOCA HELENÍSTICA



1. POESÍA DIDÁCTICA: ARATO
2. POESÍA YÁMBICA: CALÍMACO; HERODAS
3. EL EPIGRAMA HELENÍSTICO


Ésta es la última de nuestras entradas que tratará de poesía helenística. Algún manual llama “figuras menores” a los autores de que hablamos aquí.
Pero yo he preferido no actuar así y no hablar de “poesía helenística menor”.
Es cierto que hablaremos de figuras que no poseen obras de tanta trascendencia como las de Calímaco, Teócrito o Apolonio.
Ahora bien, la cuestión de la importancia de estos autores es relativa, como veremos, muy en especial en los casos de Arato de Solos o el epigrama helenístico.


1. POESÍA DIDÁCTICA: ARATO

Con Trabajos y Días de Hesíodo (S. VII a. C.) se inauguró en Grecia el género del poema didáctico: un poema hexamétrico que no renuncia a las características formales de la poesía homérica.
Esto (la afinidad con la poesía homérica) es muy evidente en el caso hesiódico: pero también lo seguirá siendo en otros representantes posteriores.
En época arcaica (y clásica), el poema didáctico siguió siendo el género empleado por buena parte de los filósofos para transmitir sus ideas, aun cuando en la época ya se estaba desarrollando la primera prosa griega:
  • Recuérdese p. ej. el caso de Parménides (floruit 1ª mitad S. V), de cuyo perì phýseos conservamos 154 versos.
  • Recuérdese asimismo el caso de Empédocles, quien compuso dos poemas didácticos en hexámetros, los Katharmoí y su escrito Sobre la naturaleza.
  • De esta obra recuperamos partes extensas en los años noventa del S. XX gracias a un importante hallazgo papiráceo (Martin-Primavesi 1999).
El representante más destacado de la poesía didáctica de época helenística es, con diferencia, Arato de Solos (Cilicia).
Arato (en torno a 310 – 240 a. C.) se singulariza, primeramente, por no haber desarrollado su quehacer poético en Alejandría sino en la corte del rey de Macedonia, Antígono Gonatas: allí debió de llegar después de haber estudiado en Atenas filosofía.
(Más tarde estuvo también en la corte de Antíoco I de Siria).
Nótese que, en la época, las otras cortes helenísticas, aun siendo también centros de mecenazgo, palidecieron ante el poder cultural de Alejandría: en este sentido, el caso de Arato es peculiar.
Se ha dicho también que Arato pudo entrar en contacto con Teócrito (dentro o fuera de Alejandría), y de hecho se ha supuesto que el Arato del Idilio VII sería un trasunto del poeta de los Fenómenos.
Pero la cuestión es incierta, como también es incierto que Arato estuviese nunca en Alejandría.
Arato es autor de diversas obras no conservadas o conservadas fragmentariamente, como
  • trabajos filológicos (sobre la Odisea);
  • trabajos sobre distintas materias científicas (p. ej., Virtudes de la medicina);
  • himnos (A Pan);
  • colecciones de poesía: p. ej., Catalepton (que Virgilio debió de tomar como modelo para componer su propio Catalepton).
Pero por lo que es conocido en su época y en la posteridad es por haber compuesto los Fenómenos (traducción en Calderón Dorda 1993), poema didáctico de 1154 versos sobre astronomía y meteorología .
Según la tradición, fue el propio Antígono Gonatas quien animó a Arato a componer el poema a partir de los Fenómenos de Eudoxo de Cnido (en torno a 391-338).
Según las mismas fuentes, el rey habría tenido esta idea tras oírle recitar su Himno a Pan, que interpretaba la figura de este dios en clave estoica.
Tradicionalmente se ha entendido que en la obra hay dos partes diferentes:

  • los Fenómenos propiamente dichos (versos 1 – 732), que estudian las constelaciones,
  • y los Pronósticos (versos 733 – 1154), dedicados a la meteorología.
Pero esta división, en su forma más radical, ha llevado a no apreciar la unidad de la obra y a considerar, incluso, que la parte de los Pronósticos sería, en realidad, una obra distinta del mismo autor.
La obra manifiesta su deuda con Hesíodo (Trabajos y Días), lo cual equivale a decir que tiene deudas con el formato tradicional del poema didáctico griego. La deuda con Hesíodo es p. ej. deuda temática, cuando en vv. 100 ss. retoma el tema de las Edades.
La deuda de Arato con Hesíodo la reconoce Calímaco en uno de sus epigramas (27):
Son de Hesíodo el carácter y estilo: no sigue el de Solos, por
tanto, al peor poeta, y aun estimo
que ha imitado sus más dulces trozos. ¡Salud, finos versos
que sois testimonio del insomnio de Arato!
Con ello y con todo, los Fenómenos se inscriben claramente en la tradición helenística (Ludwig 1963):
  • Los Fenómenos son pura poesía helenística, en tanto que escribir un poema con un tema científico como éste representa un tour de force, un reto y un experimento poético.
  • El epigrama de Calímaco antes citado alaba el mérito poético de Arato, y al hacerlo reconoce su acuerdo con la poética del Helenismo.
  • Este acuerdo se reconoce de manera explícita, según indica la mención de los “finos versos” de Arato y la evocación de su trabajo meticuloso, que le lleva a robarle horas a la noche y al sueño.
  • En el mismo sentido se podrían comentar además (como en el caso de Calímaco) los numerosos intertextos homéricos y hesiódicos que Arato reinterpreta para darles un sentido nuevo y distinto del que tenían en su contexto original.
Por otro lado, el poema no se puede valorar sin tener en cuenta que responde a una clara inspiración estoica: es un poema filosófico y religioso, no es simplemente un tratado de astronomía en verso.
La cosmogonía de los Fenómenos es estoica, según resulta evidente ya desde el proemio (versos 1-18), un himno a Zeus inspirado por el compuesto por Cleantes, también filósofo estoico:
Empecemos por Zeus, a quien los mortales nunca
olvidamos mencionar
.
La inspiración estoica del poema se trasluce en el hecho de que en él se considera
  • que los hombres estamos sometidos a la precariedad y la contingencia;
  • y que, en cambio, sólo podemos encontrar puntos de referencia en los signos que proporciona la Providencia benevolente de Zeus, su Prónoia;
  • esta Prónoia es quien ha colocado en el cielo las constelaciones que pueden ofrecernos una guía en nuestra vida;
  • esas constelaciones son lo que constituye la materia de los Fenómenos de Arato.
En la visión de Zeus y su papel que tiene la obra hay evidentes diferencias respecto a su modelo último, su modelo formal: Trabajos y Días.
Los Fenómenos gozaron desde muy pronto de un enorme éxito entre su público. Entre otros muchos testimonios del prestigio de los Fenómenos podemos recordar:
  • Como ya he dicho, Calímaco alabó los Fenómenos en un epigrama.
  • También testimonian este prestigio las dos traducciones latinas conservadas, obras de Germánico y Avieno.
  • Contamos, además, con los fragmentos de otra traducción preparada por Cicerón.
  • En realidad, sabemos que la obra de Arato fue la obra griega más veces traducida al latín.
  • Los Fenómenos influyeron asimismo en la concepción de las Geórgicas de Virgilio.
  • También se podrían poner ejemplos del eco y resonancia que encontró entre los árabes.
Al nombre de Arato se pueden asociar también los de otros poetas didácticos.
De ellos mencionaremos tan sólo a Nicandro, no tanto por sus méritos poéticos (cfr. cómo lo vitupera Galiano 1988, o en realidad cualquier manual de la materia) como por el hecho de que conservamos a través de los códices dos de las muchas obras que compuso:
  • Teríacas y Alexifármacas: 958 y 630 versos respectivamente (cfr. Effe 1974, para Teríacas).
  • Nicandro (de Colofón) pudo ser contemporáneo de Arato (S. III, por tanto), pero la cuestión es incierta y, de hecho, se ha postulado la existencia de dos Nicandros distintos.


2. POESÍA YÁMBICA: CALÍMACO; HERODAS

Al oír hablar de “poesía yámbica” en una entrada de poesía helenística nos podemos imaginar que se nos va a hablar, ante todo, de los Yambos compuestos por Calímaco (320 / 303 – post 245).
Ahora bien, el lugar propio para tratar de estas composiciones se encuentra en la entrada reservada al autor de Cirene (mira ).
De lo que aquí se ha de hablar no es del yambo de Calímaco sino de otro representante de la poesía yámbica helenística, Herodas, y del género que presupone en sus Mimiambos: el mimo.
Sobre el género, recuérdense las dos referencias básicas de Melero (1981-1983) y Wiemken (1972).

El mimo se puede caracterizar en esencia como un género dramático subliterario (sin grandes pretensiones) que escenifica motivos de la vida ordinaria de personas corrientes.
Sobre él hablaron en la Antigüedad, desde un punto de vista teórico, figuras como Plutarco o Ateneo.
El mimo debió de ir creciendo en popularidad en la medida en que decaían las formas dramáticas canónicas, tragedia y comedia.
En sus primeros estadios, está representado por Sofrón de Siracusa, S. V, quien por cierto llegó a influir en la forma dramática de los diálogos platónicos (según testimonios antiguos).
Sofrón escribió sus mimos en prosa.
Posterior, y perteneciente ya a época helenística, es Rintón, también de Siracusa, de la época de Ptolomeo I Soter.
Teócrito es quien le da auténtica categoría literaria al mimo al transplantarlo a la forma del hexámetro dactílico en sus “idilios ciudadanos”, p. e.
  • en las Pharmakeútria (nr. 2)
  • o en las Adoniázousai (nr. 15).
Se ha de recordar, además, que tres de los himnos de Calímaco tienen carácter de mimo sacro (II, V, VI): son sus llamados “himnos miméticos” o “dramáticos”.
Hoy por hoy, los representantes mejor conocidos del antiguo género del mimo son los ocho Mimiambos de Herodas (traducción en Navarro y Melero 1981): esto es así gracias a un papiro adquirido en 1892 por el British Museum (PB.M. inv. 135).
No obstante, Herodas no debió de ser un personaje especialmente conocido en su propia época: sólo lo citan escritores de gran erudición como Ateneo, Juan Estobeo o, entre los romanos, Plinio.
Herodas era, quizá, oriundo de Cos, escenario de dos de sus mimos (II y IV). En cualquier caso, la forma de su nombre (¡no es Herodes!) delata origen dórico.
Debió de vivir por la época de Teócrito (S. III a. C., en cualquier caso), aunque tampoco tenemos demasiadas certezas en cuestión de fechas.
Mimiambos es el término empleado por Estobeo para referirse a sus composiciones, “yambos mímicos”.
Estos textos son pequeñas piezas dramáticas compuestas en yambos escazontes siguiendo el modelo lingüístico y métrico de Hiponacte, a quien por cierto se hace referencia en el mimiambo VIII (muy fragmentario).
Ha de indicarse, además, que también era voluntad de Herodas imitar el tono provocativo de su modelo: aunque se queda muy lejos del modelo, al igual que las Anacreónticas no están a la altura de Anacreonte.
Con todo, en los mimos de Herodas es especialmente destacable, al menos desde nuestra perspectiva, la frescura en el retrato de la vida cotidiana.
Sus personajes pueden resultar ciertamente estereotipados (igual que puede ocurrir con los Caracteres de Teofrasto, o en la Comedia Nueva de Menandro): con todo, son personajes que resultan psicológicamente muy eficaces.
Como ejemplo de ello podemos recordar
  • la alcahueta que se esfuerza por seducir a una joven casada en I, y que, como tipo, se puede relacionar con la nodriza del Hipólito de Eurípides;
  • la madre que se presenta ante el maestro de su hijo para pedirle que sea duro con el niño (en III);
  • o las dos comadres que visitan el templo de Asclepio en Cos (en IV) y que, inevitablemente nos hacen recordar a las protagonistas del idilio XV de Teócrito.



3. EL EPIGRAMA HELENÍSTICO

Por su origen y su etimología, el epígramma o epigraphé es una inscripción grabada en un monumento. En la época de la que hablamos (Helenismo), la voz “epigrama” se refiere a un poema breve compuesto en dísticos elegíacos.
Nótese que el rasgo de la brevedad es un primer dato que permite diferenciar epigramas de elegías, que también emplean la misma forma métrica.
En cambio, en la Antigüedad (al menos hasta llegar a Marcial), la noción de epigrama no implica agudeza, golpe final de ingenio como es habitual hoy en día cuando hablamos de “poesía epigramática”.
Los orígenes del epigrama (de la inscripción versificada) se remontan, por lo menos, al S. VII a.C., al VIII si consideramos como epigrama la inscripción que aparece en un vaso del Dipilón, una enócoe de ca. 740.
Conservamos muchos más epigramas de los siglos siguientes: en el VI, empezó a imponerse el dístico elegíaco como forma preferida de estas inscripciones, que por sus temas son, por aquel entonces, habitualmente epitafios y dedicatorias (exvotos).
En principio carecen de intención literaria y se escriben, simplemente, con voluntad testimonial.
Pero parece que, poco a poco, los textos de los epigramas se afanan por despertar la simpatía del caminante que pasa al lado de los monumentos en que están inscritos (esto sucede muy claramente en Atenas).
El epigrama busca conectar con sus receptores y empieza a mostrar una mayor elaboración, un principio de conciencia literaria.
El cultivo posterior del epigrama avanza en el sentido de un refinamiento cada vez mayor. En relación con su historia en la época clásica (S. V) podemos recordar dos hechos:
  • Los epigramas se hacen más abundantes y largos después de las Guerras Médicas: es una situación condicionada por la abundancia de trofeos que se erigen en este momento, con sus consiguientes epitafios. Cfr. el ejemplo quizá más famoso:
Caminante, anuncia a los lacedemonios que aquí
yacemos, sus órdenes obedeciendo (trad. J. B. Torres).
  • El S. V es también el siglo en que trabaja Simónides, quien pasa por ser el autor por excelencia de epigramas: aunque sabemos que no compuso prácticamente ninguno de los que se le atribuyen.
De hecho, la adscripción ficticia de epigramas a grandes figuras literarias del pasado se convirtió en práctica habitual: es de notar que, en la Antología Palatina (sobre la cual, cfr. más adelante), aparecen bastantes epigramas atribuidos falsamente a
  • Simónides
  • Anacreonte
  • Platón.
A Platón se atribuye p. ej. éste:
A las estrellas mira, astro mío: ojalá me convirtiera
en cielo para contemplarte con muchos ojos
(trad. J. B. Torres).
De cara a la constitución del epigrama como género literario en época helenística es fundamental la aportación de dos subgéneros:

  • Por una parte, los citados poemas inscripcionales (cfr. Díaz de Cerio 1999).
  • Pero, de otro lado, es también fundamental la aportación de las composiciones en dísticos elegíacos ejecutadas en el simposio, que ahora convergen con la “literatura de inscripciones”.

En el Helenismo el epigrama se desliga de esos dos ámbitos que constituyeron en origen su “lugar en la vida”.
Por ello el poeta puede, a partir de ahora, componer epigramas que fingen ser una inscripción, o bien fingen que están siendo ejecutados dentro del banquete.
Al primer tipo (inscripción ficticia) responde p. ej. este texto de Calímaco (12):
Si es que a Cícico llegas, no será gran esfuerzo dar con Hípaco
y con Dídima, que no es oscuro su linaje.
A ellos les darás un duro mensaje; en una palabra, diles
esto: que aquí acojo a su Critias
(trad. J. B. Torres).
Entre las falsas inscripciones funerarias de Calímaco podemos recordar también esta otra, (nº 11) en clave humorística:
Tan pequeño era el forastero que hasta este verso de modestas pretensiones
(“Teris, hijo de Aristeo, cretense”), grabado en mí, resulta largo
(trad. J. B. Torres).
Lo curioso es observar que, a la par que se desarrolla el epigrama literario, el auténtico epigrama-inscripción pierde valor literario a lo largo del S. IV a. C. para convertirse simplemente en documento histórico.
Por eso, del S. IV en adelante, los epigramas que interesan no son, habitualmente, los que nos da a conocer la epigrafía sino los transmitidos a través de los papiros o de los códices: citados en obras de otros autores o en colecciones como la Antología Palatina.
El epigrama se convirtió en el Helenismo en un juguete poético muy del gusto de los autores de la época, que reelaboraron la forma de la antigua inscripción desde sus postulados poéticos.
El epigrama (poema breve, trabajado en detalle) se ajustaba perfectamente a esos postulados.
Por ello no es casual el éxito del epigrama en el Helenismo, ni que conservemos más de 900 epigramas de la época, según las cifras de Galiano (1988).
  • Los grandes poetas del Helenismo cultivaron el epigrama. Éste es el caso de Calímaco, Apolonio, Teócrito. Al mismo grupo pertenecen también los epigramas de autores como:
  • Riano, Euforión, Arato, Nicandro... (estos dos, ya mencionados en este mismo tema a propósito de su poesía didáctica).
  • Las colecciones recogen también epigramas de escritores que los compusieron sin ser poetas profesionales, lo cual vuelve a testimoniar la popularidad del género en la época. Así tenemos epigramas de
  • Espeusipo, Aristóteles, Demóstenes, Menandro...
  • A la vez, en la época hubo auténticos especialistas del género, dedicados únicamente a la composición de epigramas.
Page propuso clasificar a los autores de epigramas del Helenismo en atención a factores cronológicos y distinguió los siguientes grupos:
  • Autores que florecen entre 310 – 290: Ánite (principios S. III), Nóside.
  • Autores que florecen en torno a 275: Asclepiades, Posidipo.
  • Autores que florecen en torno a 250: Leónidas.
  • Autores que florecen entre 250 – 200: Dioscórides.
  • Autores que florecen entre 200 – 180: Alceo.
Podemos entender que el término último en la historia del epigrama del Helenismo lo representa Meleagro (140 / 130 – 70 / 60), el autor que compuso la Corona de Meleagro de la que depende, en último término, nuestro conocimiento del epigrama de la época (cfr. más adelante).
Por otra parte, se ha propuesto también distinguir tres escuelas de epigramatistas en el Helenismo:
  • Escuela dórica-peloponesia: integrada por escritores de la Península, como Ánite de Tegea; de la Magna Grecia proceden también otras figuras de esta escuela como Nóside de Locros y Leónidas de Tarento.
  • Este último autor, muy popular, escribía sobre temas de la vida sencilla, que además es, en muchos casos, vida rústica, como en este ejemplo cuyo tema está presente también en la colección de Esopo (404 H):
Comióse en la viña el voraz y barbudo marido
de la cabra todos los tiernos sarmientos
y surgió de la tierra esta voz: “Sí, devora, malvado,
con tus fauces mis vástagos productores de frutos;
la raíz queda en pie y ha de dar otra vez dulce néctar
para las libaciones cuando te sacrifiquen”.
  • Escuela jónico-helenística (jónico-egipcia): a esta escuela pertenece Posidipo de Pela, macedonio, que recaló en Egipto (cfr. E. Fernández-Galiano 1987, Di Marco et alii 2005); también Calímaco, claro.
  • Hay una especial presencia en esta escuela de los juegos intertextuales; y, según Galiano (1988), también es característico de estos epigramatistas el hedonismo o epicureísmo, en contraste con el supuesto estoicismo de la escuela dórica-peloponesia.
  • Escuela sirofenicia: su representante por antonomasia es Meleagro de Gádara, el compositor de la Corona (“guirnalda”) en cuyo exordio compara a los poetas con distintas flores: tenemos adscritos a él 132 poemas.
Los epigramas de época helenística e imperial son conocidos a través de una colección conservada en un manuscrito que recibió su nombre del lugar donde fue conservado en origen: la Bibliotheca Palatina de Heidelberg.
El manuscrito en cuestión conserva 3700 epigramas, conocidos, por el motivo mencionado, como Antología Palatina.
Su compilador partió del trabajo de un clérigo de la corte bizantina, Constantino Cefalas, quien había compilado, en torno a 900, una gran antología de epigramas a partir de colecciones anteriores.
Sobre la base de la Antología Palatina, en torno al año 1300, Máximo Planudes preparó una versión abreviada, conocida por el nombre de Anthologia Planudea.
Como se ha indicado, la Antología Palatina se constituyó a partir de colecciones anteriores. Lo que aquí nos interesa comentar, para concluir esta entrada, es que en la base de la Antología Palatina se hallan precisamente los trabajos de dos poetas de la escuela sirofenicia:

  • la Corona de Meleagro (hacia 100 a. C.);
  • la Corona de Filipo (hacia 40 d. C.: Filipo de Tesalónica), que recopiló la poesía epigramática compuesta desde la época de Meleagro.
  • el Ciclo de Agatias (568).
A partir de estos materiales, en torno al año 900, compiló una gran antología de epigramas un clérigo de la corte bizantina, Constantino Cefalas.
De ella extrajo el compilador de la Antología Palatina su propia colección, distribuida en 14 libros. Al menos en una parte de esos libros existe una unidad clara:
  • Libro I: inscripciones métricas cristianas.
  • Libro II: descripciones de estatuas de Constantinopla, compuestas en torno al año 500 por Cristodoro de Coptos.
  • Libro III: inscripciones de un templo de Cízico.
  • Libro VIII: poemas de San Gregorio Nacianceno.
  • Libros XIII y XIV: epigramas que Cefalas no había incluido en su antología.
La suerte posterior del epigrama se trata en la entrada .

José B. Torres Guerra



ALGUNAS REFERENCIAS:

* Sobre aspectos generales:
FERNÁNDEZ GALIANO, M., “Poesía helenística menor”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 831-877.
* Sobre la poesía didáctica:
CALDERÓN DORDA, E. (trad.), Arato: Fenómenos. Gémino: Introducción a los fenómenos, Madrid, 1993.
EFFE, B., “Zum Eingang von Nikanders Theriaka”, Hermes 102 (1974), pp. 119-121.
EFFE, B., Dichtung und Lehre. Untersuchungen zur Typologie des antiken Lehrgedichts, Múnich, 1977.
ERREN, M., Die Phainomena des Aratos von Soloi. Untersuchungen zum Sach- und Sinnverständnis, Wiesbaden, 1967.
LÓPEZ EIRE, A., “Poesía y enseñanza en la poética griega”, SPhS 2 (1978), pp. 177-196.
LUDWIG, W., “Die Phainomena Arats als hellenistische Dichtung”, Hermes 91 (1963), pp. 425-448.
SOLMSEN, F., “Eratosthenes as Platonist and Poet”, TAPhA 73 (1942), pp. 192-213.
SOLMSEN, F., “Eratosthenes'Erigone”, TAPhA 78 (1947), pp. 252-275.
* Sobre el género del mimo y Herodas:
CUNNINGHAM, I.C., Herodas, Oxford, 1971.
LLERA FUEYO, L.A., Estudio del léxico de Herodas y sus fuentes, Oviedo, 1992.
LLERA FUEYO, L.A., “Humor alejandrino en el mimiambo 5 de Herodas”, Emerita 61 (1993), pp. 55-59.
MELERO, A., “Consideraciones en torno a los mimiambos de Herodas”, CFC 7 (1974), pp. 303-306.
MELERO, A., “El mimo griego”, EClás 86 (1981-1983), pp. 11-37.
NAVARRO GONZÁLEZ, J.L., y MELERO, A. (trads.), Herodas: Mimiambos. Partenio de Nicea: Fragmentos mímicos. Sufrimientos de amor, Madrid, 1981.
USSHER, R.G., “The Mimic Tradition of 'Character' in Herodas”, QUCC 21 (1985), pp. 45-68.
WIEMKEN, H., Der griechische Mimus, Bremen, 1972.
* Sobre el epigrama helenístico:
CALDERÓN, E., “La elegía de época helenística”, Tempus 7 (1994), pp. 5-32.
DEGANI, E., “El epigrama”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. VIII. La cultura helenística. Filosofía, ciencia, literatura, Barcelona, 1983, pp. 278-311 (Storia e Civilitá dei Greci, Milán, 1977).
DI MARCO, D.; PALUMBO STRACCA, B.M., y LELLI, E. (eds.), Posidippo e gli altri: il poeta, il genere, il contesto culturale e letterario, Pisa, 2005.
DÍAZ DE CERIO DÍEZ, M., “Estructura discursiva en el epigrama funerario: la evolución de un género”, Habis 30 (1999), pp. 189-204.
FERNÁNDEZ-GALIANO, E., Posidipo de Pela, Madrid, 1987.
FERNÁNDEZ-GALIANO, M. (trad.), Antología Palatina. I. Epigramas helenísticos, Madrid, 1978.
GARRISON, D.H., Mild Frenzy: A Reading of the Hellenistic Love Epigram, Wiesbaden, 1978.
GOW, A.S.F. y PAGE, D.L., The Greek Anthology: Hellenistic Epigrams, Cambridge, 1965.
GUTZWILLER, K.J., Poetic Garlands. Hellenistic Epigrams in Context, Berkeley-Los Angeles-Londres, 1998.
HÄUSLE, H., Einfache und frühe Formen des griechischen Epigramms, Innsbruck, 1979.
LAPINI, W., Capitoli su Posidippo, Alessandria, 2007.
PFOHL, G., “Die epigrammatische Poesie der Griechen. Entwurf eines Systems der Ordnung”, Helikon 7 (1967), pp. 272-280.
PFOHL, G. (ed.), Das Epigramm, Darmstadt, 1969.
TARÁN, S.L., The Art of Variation in the Hellenistic Epigram, Leiden, 1979.






lunes, 29 de diciembre de 2008

LA HISTORIOGRAFÍA DEL HELENISMO Y ESTRABÓN

1. LA HISTORIOGRAFÍA DEL HELENISMO, ENTRE LA ORATORIA Y LA POESÍA
2. HISTORIADORES MENORES
3. POLIBIO
4. ESTRABÓN, ENTRE LA HISTORIA Y LA GEOGRAFÍA


1. LA HISTORIOGRAFÍA DEL HELENISMO, ENTRE LA ORATORIA Y LA POESÍA

En la historiografía de época helenística salta a la vista como novedad, si la comparamos con la de épocas anteriores, su carácter dramático: patético, podríamos decir.
En el estudio de la historiografía de esta época, la figura que ocupa el puesto fundamental es Polibio.
Pero sería injusto no conceder la atención debida a una serie de autores a los que se suele catalogar como historiadores menores.
Bien es verdad que, en bastantes casos, se trata de “historiadores fragmentarios” – aunque ahí tenemos también el ejemplo de Diodoro de Sicilia, con una obra extensa conservada.
Por ello
  • empezaremos hablando de estos otros historiadores;
  • seguiremos con Polibio;
  • concluiremos con Estrabón, autor de una obra historiográfica perdida y de otra geográfica que conservamos.


2. HISTORIADORES MENORES

Al hablar de “historiadores helenísticos menores” podemos hacerlo por comparación con la figura de Polibio.
Pero lo cierto es que, con tal forma de hablar, despertamos la falsa impresión de que figuras como Duris, Timeo o Posidonio carecieron de relevancia en su momento histórico cuando la realidad es, al menos en el caso de Posidonio, exactamente la contraria.
En relación con DURIS DE SAMOS recordaremos que vivió en torno a 340 – 270 y que en su obra buscó despertar las mismas pasiones que la tragedia: compasión y temor. No se conserva la obra de Duris.
De TIMEO DE TAUROMENIO diremos sólo que Polibio concibió su propia historia como continuación de la de éste.

Es más lo que podemos decir a propósito de POSIDONIO (hacia 135 – 51), miembro de la Estoa que aunó en su persona filosofía estoica y erudición universal.
Tras estudiar en Atenas, fundó su propia escuela en Rodas, escuela a la que atrajo a Cicerón.
Efectuó diversos viajes, hacia el Oeste (hacia España y los celtas) y hacia los Balcanes. Como enviado de los rodios compareció en Roma en el 87 / 86.
Tenía una fama de erudito tan grande que, según nuestras fuentes, causó sensación entre los generales romanos.
Por ejemplo, ése fue el caso de Pompeyo, de quien sabemos que en el 62 se detuvo con sus tropas en Rodas, a la vuelta de la expedición victoriosa contra Mitrídates.
Del encuentro entre ambos habla Plinio (NH VII 112).
Posidonio también fue historiador y continuó la obra de Polibio, extendiéndola del año 146 al 86. En relación con esta faceta de Posidonio se ha de recordar que Cicerón intentó en vano animarlo a poner por escrito su victoria sobre la conjura de Catilina.
A tenor de los títulos de sus obras queda claro que Posidonio fue un erudito integral: trata temas de Geografía, Etnología, Historia, Astronomía, Filosofía.
Pero en él primaba la visión filosófica del conjunto de los problemas y por eso no se perdía en infinidad de datos e informaciones puntuales.
Esa concepción filosófica de base que tenía Posidonio se deja expresar así: el Cosmos es un todo cuyas partes están interconectadas, como los miembros de un cuerpo; además, el Cosmos es guiado por una razón divina.
En esta visión del Cosmos desempeña un papel fundamental el concepto de “Simpatía”, pues, según Posidonio, cualquier alteración en una parte del Cosmos encuentra reflejo en el conjunto.
En la base de la filosofía de la historia y la cultura de Posidonio se hallan conceptos básicos del Estoicismo, en concreto el concepto cíclico de destrucciones del mundo a través del fuego (ekpýrosis) y posteriores regeneraciones (palingenéseia).
La misma alternancia entre un proceso y otro la reconoce Posidonio en el caso de la cultura y la historia.
Así, Posidonio entiende que se adapta a esta plantilla la historia de los reinos de los Diádocos o de Roma.

Algo posterior (en cualquier caso, en el S. I a. C.), DIODORO DE SICILIA intentó elaborar una Historia universal. Éste había sido también el empeño de Estrabón, sobre el que hablaremos más adelante.
La obra contenía 40 libros, de los que conservamos I – V y XI – XX. Para los libros perdidos contamos con excerpta bizantinos.
El título propio de la obra es Bibliothéke, en su sentido de “armario de guardar libros”.
Debía de tratar desde los orígenes del mundo (cfr. Spoerri 1959) hasta la conquista de Britania por César (54 a. C.).
Considera que la historia avanza en el sentido de una mayor culturización, y procura destacar las figuras que él considera más relevantes dentro de ese proceso:
  • Osiris
  • Dioniso
  • Heracles
  • Alejandro
  • César...
El propio Diodoro declara (I 3) que su objetivo es la síntesis: síntesis de los libros escritos por los historiadores previos, motivo por el cual da a su obra el título antes comentado (bibliothéke).
Ante este estado de cosas, y como era de esperar, la crítica se ha centrado en el rastreo de las fuentes de Diodoro.
Por cierto que este esfuerzo por la síntesis es característico de la etapa final del Helenismo, según hemos de ver también más tarde en el caso de Estrabón.

Al poco de morir Alejandro surgió algo así como una “historiografía de urgencia”, representada por los llamados “HISTORIADORES DE ALEJANDRO”, a los que sólo hemos conservado en forma de fragmentos; se trata de autores de los SS. IV-III a. C.


1) El primero de ellos es Ptolomeo Lago, compañero directo de Alejandro (fue su escudero, su somatophýlax) que escribe para corregir a otros autores anteriores a partir de sus conocimientos, obtenidos de primera mano.
  • Podemos conocer algo de la obra de Ptolomeo a través de Arriano, que en el S. II d. C. lo utilizó como fuente principal para redactar su Anábasis de Alejandro: contrapone lo que dice Ptolomeo a las informaciones de “la Vulgata” (tà legómena).
  • A tenor de lo que dice Arriano, parece que Ptolomeo se interesaba en su obra, sobre todo, por lo militar y político, y mucho menos por lo geográfico y etnográfico.
  • Además, Ptolomeo utilizó el diario del cuartel de Alejandro, las Efemérides escritas bajo la dirección de Eumenes de Cardia y Diodoto de Eritras.
2) Calístenes de Olinto es otra figura importante de este grupo de historiadores. Era sobrino-nieto de Aristóteles. Debió de nacer hacia el 370 a. C. Acompañó a su tío a la corte de Macedonia.
  • Trabajó como escritor al servicio de Macedonia; de este modo celebró las hazañas de Alejandro, al que acompañaba en sus expediciones, en sus Alexándrou práxeis.
  • Pero cayó en desgracia por la cuestión de la proskýnesis: por ello, fue ejecutado en el 327 a. C.
  • De Calístenes debe retenerse ante todo que a él se le atribuyó la muy influyente Novela de Alejandro, porque los elementos fantasiosos presentes en esa obra ya debían de hallarse en sus escritos auténticos.
3) Clitarco escribió hacia el 310 a. C., rhetorice et tragice, según Cicerón.
  • Narraba la vida de Alejandro desde el ascenso al trono hasta su muerte.
  • Es una figura de importancia porque su obra (llena de rasgos novelescos) parece estar en la base de eso que hemos llamado “la Vulgata”, contrapuesta a las obras de Ptolomeo, Arriano, y lo que podríamos considerar como “historiografía seria”.
4) Onesícrito participó en las expediciones de Alejandro y empezó a escribir a su muerte.
  • Su obra llevaba por título pôs Aléxandros echthe; éstas debían de ser las primeras palabras del libro.
  • Convertía a Alejandro en un héroe al que dotaba de rasgos filosóficos cínicos.
5) Cares de Mitilene: el “maestro de ceremonias” (eisangeleús) en la expedición.

6) Marsias de Pela.
  • Se había criado con Alejandro y es muy poco lo que se conoce de su obra:
  • se sabe que escribía desde la perspectiva macedónica;
  • además, debió de oponerse al culto a la personalidad de Alejandro (nos tropezamos otra vez con la cuestión de la proskýnesis).
Y podrían mencionarse otros muchos nombres de los que, igualmente, sólo conservamos fragmentos:

7) Efipo de Olinto.
8) Aristobulo de Casandrea.
9) Nearco...


3. POLIBIO

La historia de las RELACIONES LITERARIAS ENTRE GRECIA Y ROMA atravesó diversas fases.
En un principio fueron los romanos quienes se esforzaron en escribir sobre sí mismos para darse a conocer a los griegos (es el caso del historiador Fabio Píctor).
Pero cuando los romanos se hicieron con el control del Mediterráneo, la situación varió.
Entonces empezaron los griegos a escribir sobre Roma al objeto de comprender las razones de su éxito.
El primer representante importante de esta actitud fue POLIBIO: hacia 200 – 120 a. C. Sobre él, sigue siendo básica la monografía de Walbank (1972). ALGUNOS DATOS BIOGRÁFICOS:
  • Era natural de Megalópolis (Arcadia). La ciudad se constituyó después de Leuctra (371), como una forma de vasto sinecismo al objeto de oponerse a Esparta.
  • Sabemos que su padre era un estadista, Licortas, varias veces estratego de la liga aquea. En su patria también Polibio fue un miembro prominente de la liga, en la que tuvo el cargo de hiparco (169 a. C.).
  • Tras la victoria de Roma en la tercera guerra macedónica (171 – 169 a. C.), formó parte de los 1000 rehenes que fueron deportados a Italia y que no pudieron regresar a Grecia hasta 17 años después.
  • En Italia, en Roma, fue huésped de Escipión Emiliano, a quien quizá acompañó a Hispania en el 151.
  • Mientras se movía en ese entorno fue testigo de hechos históricos cruciales, como la destrucción de Cartago (146 a. C.): es este contacto directo con los acontecimientos lo que hace excepcional su obra historiográfica.
  • Más adelante debió de actuar como mediador tras el saqueo de Corinto en el 146 / 145.
  • Sabemos que al final de su vida volvió a su patria, donde murió a los 86 años por culpa de una caída del caballo.
Se ha perdido su obra Sobre la guerra numantina, en dos libros, centrada en el enfrentamiento de Roma con los celtiberos de la Península: es posible que también fuese testigo de este acontecimiento mientras acompañaba a Escipión.
Pero su obra fundamental son las HISTORIAS, en 40 libros, de los que sólo conservamos íntegros los libros I – V.
Del resto de las Historias tenemos conocimiento a través de extractos de época bizantina y fragmentos de extractos.
Las Historias conectaban en el libro I con la obra historiográfica de Timeo de Tauromenio, quien había concluido su historia de Sicilia en el año 264, es decir: antes de la conquista de la isla por los romanos.
Parece ser que Polibio prosiguió la narración hasta el año 144.
  • Los dos primeros libros de las Historias constituyen una especie de introducción, una prokataskeué, que ofrece una panorámica de los acontecimientos entre el 264 – 220: de esta manera Polibio enlaza con la historia de Timeo.
  • Los libros III a V narran los acontecimientos de Italia y Grecia hasta la batalla de Cannas: en esta parte el relato se desarrolla katà génos, “pueblo a pueblo” (Iberia, Italia, Grecia, Asia).
  • Por ello, Polibio debe recurrir regularmente al sincronismo (symploké) que le permita conectar los acontecimientos de unos escenarios y otros.
  • En el libro VI se hace una valoración de los distintos tipos de constituciones y se expone la superioridad de la romana.
  • En el libro VII, el año 215 a. C. constituía un hito a partir del que se abría una exposición analística (exposición año por año) referida tanto a Oriente como a Occidente: en el momento, entiende Polibio, en que existe una unidad somatoeidés (“a la manera de un cuerpo”) se abre el camino a escribir una “historia universal”.
  • A partir de aquí la materia se reparte de tal forma que cada libro comprende aproximadamente los acontecimientos de una Olimpiada, a veces los de un par de años.
  • El libro XII constituye dentro del conjunto una cesura, por su polémica contra la historiografía anterior: venía a ser otra digresión, comparable a la de VI.
  • En el libro XXIX se llega al año crucial de 168, crucial sobre todo para Polibio porque marca el inicio de su cautiverio y toma de contacto con Roma.
  • El resto de la obra llegaba hasta el 144, y aquí se narraban las destrucciones de Cartago y Corinto; además, en esta época se produjo una reformulación de las relaciones entre Roma y Grecia.
Las Historias debieron de ser compuestas a lo largo de un tiempo dilatado:
  • En esencia hay que decir que el proemio (I 1, 5) proclama la intención del autor de narrar los 53 años (220 – 168) en los que Roma conquistó el dominio universal.
  • Pero, como se ha dicho, la narración se extiende hasta el 144.
  • Posiblemente, al verse implicado en la tercera guerra púnica, Polibio decidió prolongar su narración y narrar también las caídas de Cartago y Corinto.
  • Otros han propuesto hipótesis más complejas: que hubo hasta 5 ediciones de la obra, que partes estaban escritas antes de que Polibio concibiera la idea de escribir una “historia universal”, que toda la obra la escribió después del 146...
Tienen importancia las abundantes REFLEXIONES METODOLÓGICAS que incluye la obra: en este sentido debía de ser especialmente importante el libro XII (perdido).
Y otros lugares, como p. ej. la introducción al libro IX, donde defiende la aparente aspereza y monotonía de su obra.
De hecho, Polibio tenía un concepto definido de lo que era escribir historia.
Para él lo importante era escribir una “historia pragmática” (pragmatikòs trópos), puesta al servicio de la ophéleia y no de la térpsis.
Esta historia pretende descubrir las causas de lo sucedido y ha de servir para que el lector aprenda.
Como se indicaba en el libro XII, el historiador ha de actuar como el médico y desarrollar su labor en tres fases:
  1. Comprensión de las fuentes escritas.
  2. La exploración geográfica (autopsia).
  3. La comprensión del fenómeno político.
Polibio se dirige a su lector con INTENCIÓN DIDÁCTICA: su pretensión es educar al hombre de Estado y, por ejemplo, enseñarle a controlar los efectos de Fortuna, la Týche, en la cual era tan dada a creer su época.
Y él mismo: en las Historias se habla mucho de ella:
  • Týche es una potencia que gobierna el mundo con su providencia.
  • Týche es envidiosa, como los dioses tradicionales.
  • Týche es una fuerza irracional que intenta negarle a Polibio la posibilidad de escribir una historia racional.
Parte de este aprendizaje del lector (aprender a controlar la Týche) es que entienda que la razón de la superioridad de Roma se halla en la superioridad de su régimen de gobierno.
Ésta es la idea que desarrolla en el libro VI (conocido por excerpta).
Ese régimen superior de gobierno es lo que en la teoría política de la Antigüedad se conoce como “CONSTITUCIÓN MIXTA”: una forma combinada de monarquía, oligarquía y democracia, que Polibio reconoce en la división romana de consulatus / senatus /plebs.
  • La alta estima que para algunos antiguos merecía esta “constitución mixta” ya aparece p. ej. en el Tripolítico de Dicearco, discípulo de Aristóteles.
  • Y también en la Carta VIII, incluida en el corpus platónico.
La cuestión es, según parece, que Polibio considera esta constitución como la mejor porque, entiende, es la que mejor resiste al cambio cíclico de regímenes (metabolé), idea presente ya en Platón.
No obstante, es interesante recordar que, en el Libro VI, Polibio también apunta que Roma, pese a su “constitución mixta”, también está destinada al declive, que pronto o tarde llegará.
Posiblemente, estas ideas pesimistas hayan sido introducidas por Polibio en su época de vejez.
Puestos a poner a Polibio en RELACIÓN CON OTROS HISTORIADORES habrá que decir que su historia es el contrapunto de las de Filarco o Duris (partidarios de la térpsis), pues rehuye el patetismo por el patetismo y persigue, en cambio, el objetivo didáctico mencionado.
Yendo más atrás, es evidente que son muchos los motivos para poner en relación a Polibio con Tucídides; lo más evidente o palmario: la búsqueda de objetividad, de las causas (aitíai), de buenos informes, el rechazo a la historiografía “de aparato” o diversión...
Con todo, hay diferencias también evidentes.
Aquí indico sólo que, mientras Tucídides tiene un elemento filosófico que le lleva a ver la historia a la luz de las constantes humanas, Polibio es realmente más pragmático.
En palabras de Lesky (806):
La etiología polibiana no trata de penetrar en el conjunto de tendencias comunes a todos los hombres (...). Antes bien, el pensamiento del historiador se mueve dentro de las categorías de la vida estatal tal como las conoció en la política interior y exterior.
La exposición sobre Polibio debe concluir con unas palabras sobre su ESTILO, habitualmente denostado:
  • Su lengua es el ático.
  • El estilo, se dice, carece de gracia, frescura.
  • Hay además en él una tendencia a lo abstracto (en esto también es comparable con Tucídides), que afecta a la elección del vocabulario y las construcciones nominales; asimismo se aprecia en el empleo de verbos compuestos extraños al ático.


4. ESTRABÓN, ENTRE LA HISTORIA Y LA GEOGRAFÍA

Concluimos esta entrada dedicada a la historiografía del Helenismo tratando del geógrafo por excelencia de esta época, Estrabón.
Si el Helenismo había sido la época del florecimiento de las ciencias en Grecia, al final de ese período llegará el momento de las síntesis: ya lo decíamos antes a propósito de Diodoro.

A esta corriente de composición de síntesis pertenece p. ej. ESTRABÓN DE AMASIA, ca. 63 a. C. – 25 d. C.: su vida se halla a caballo entre el Helenismo y el período imperial.
En su obra fundamental, Historikà Hypomnémata intentó continuar en 47 libros la obra de Polibio: intentaba, por tanto, hacer una Historia Universal, llegando quizá hasta el 20 a. C.
El método de trabajo consistía en el resumen de los historiadores previos, a los que citaba por su nombre.
Los Historikà Hypomnémata se han perdido. Lo que conservamos de Estrabón es la Geografía, concebida por él como apéndice a su obra histórica.
Son 17 libros, escritos entre 20 a. C. y 19 d. C. Representan una especie de “geografía cultural” que va tratando de los distintos pueblos conocidos hasta el momento.
Como en el caso de los Historikà Hypomnémata, el texto de la Geografía también sintetiza saberes previos, p. ej. Posidonio (135 – 51 a. C.).
Un problema de esta obra consiste en que su autor se deja guiar por la autoridad de Homero; por ello resume también en la obra la literatura especializada relativa al poeta épico.

José B. Torres Guerra


ALGUNAS REFERENCIAS:

* La historiografía del Helenismo, entre la oratoria y la poesía.
CANFORA, L., “Historiografía”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. VIII. La cultura helenística. Filosofía, ciencia, literatura, Barcelona, 1983, pp. 326-351 (Storia e Civilitá dei Greci, Milán, 1977).
LENS TUERO, J., “Historiografía helenística”, en Unidad y pluralidad en el mundo antiguo. Actas del VI Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid, 1983, Tomo I, pp. 305-350.
LENS TUERO, J., “Historiografía helenística”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 907-948.
REBENICH, ST., “Historical Prose”, en St. E. Porter (ed.), Handbook of Classical Rhetoric in the Hellenistic Period 330 B.C. - A.D. 400, Leiden-Nueva York-Colonia, 1997, pp. 265-337.
WALBANK, F.W., “Tragic History: A Reconsideration”, BICS 2 (1955), pp. 4-14.
* Historiadores menores.
GUZMÁN GUERRA, A., y GÓMEZ ESPELOSÍN, F.J., Alejandro Magno: de la historia al mito, Madrid, 1997.
KEBRIC, R.B., In the Shadow of Macedon: Duris of Samos, Wiesbaden, 1977.
MALITZ, J., Die Historien des Poseidonios, Múnich, 1983.
PEDECH, P., Historiens, Compagnons d'Alexandre. Callisthène, Onésicrite, Néarque, Ptolomée, Aristobule, París, 1984.
RUSCHENBUSCH, E., “Der Endpunkt der Historien des Poseidonios”, Hermes 121 (1993), pp. 70-76.
SACKS, K.S., Diodorus Siculus and the First Century, Princeton, 1990.
SCHWARTZ, E., “Diodoros”, RE V (1905), coll. 663-704.
SPOERRI, W., Späthellenistische Berichte über Welt, Kultur und Götter, Basilea, 1959.
STRASSBURGER, H., “Poseidonius on Problems of the Roman Empire”, JRS 55 (1965), pp. 40-53.
VATTUONE, R., Ricerche su Timeo, Florencia, 1983.
* Polibio.
DÍAZ TEJERA, A., “La constitución política en cuanto causa primera de la historiografía de Polibio”, Habis 1 (1970), pp. 31-43.
DÍAZ TEJERA, A., “Análisis del libro VI de las Historias de Polibio respecto a la concepción cíclica de las constituciones”, Habis 6 (1976), pp. 23-34.
DÍAZ TEJERA, A., “Introducción”, en M. Balasch (trad.), Polibio. Historias, Madrid, 1981-1983, pp. 7-54.
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FILOSOFÍA HELENÍSTICA

1. LAS ESCUELAS DE PLATÓN Y ARISTÓTELES DURANTE EL HELENISMO
2. LA ESTOA
3. EPICURO
4. EL CINISMO


En el Helenismo la ciudad de Atenas sólo mantuvo un papel de importancia dentro del mundo de la literatura gracias a la Comedia Nueva y la filosofía.
Ocurre que las cortes de los monarcas helenísticos se convirtieron en los nuevos centros culturales que atrajeron hacia sí a los grandes creadores de los otros géneros.
Ahora bien, en Atenas continuaron vivas las escuelas fundadas en el siglo IV a. C. por Platón y Aristóteles.
  • Más aún, académicos y peripatéticos hubieron de competir, en el nuevo período, con dos escuelas morales de éxito popular, estoicismo y epicureísmo;
  • a su lado, el movimiento cínico representa una corriente menor que, con todo, también ha de ser tomada en consideración.


1. LAS ESCUELAS DE PLATÓN Y ARISTÓTELES DURANTE EL HELENISMO

En relación con las escuelas de Platón y Aristóteles empezaremos recordando que, poco antes de la fecha convencional de inicio del Helenismo, Jenócrates había asumido (en el año 339 a. C.) la dirección de la Academia en sustitución de Espeusipo, sobrino de Platón y primer sucesor suyo al frente de la institución.
A Jenócrates remite, muy posiblemente, la tripartición de la filosofía habitual desde el Helenismo:
  • lógica
  • física
  • ética.
Es posible que la existencia de tensiones entre Jenócrates y Aristóteles llevase a éste a fundar su propio centro de enseñanza en el Liceo.
Los logros más notables de los sucesores de Platón en época helenística serán los que nazcan de las manos de los escépticos, en el S. II a. C.
  • Éstos pusieron un énfasis especial en el momento aporético de los diálogos de juventud del maestro. Los representantes más destacados de este platonismo escéptico fueron Arcesilao (muerto 242 / 241) y Carnéades (muerto 129 / 128).
  • Ni uno ni otro escribieron nada: su contribución a la literatura antigua consiste, en todo caso, en que sus ideas (sobre todo las de Carnéades) llegaron de segunda mano a Cicerón.
Por lo que se refiere a los seguidores de Aristóteles, se ha de recordar que Teofrasto (hacia el 370 – 288) fue quien fundó propiamente la tradición del Perípato.
Redactó una obra muy extensa (más de 220 títulos según Diógenes Laercio) en la que continuó las líneas de trabajo del Estagirita.
Sin embargo, es mucho lo que se ha perdido de su producción. Lo que conservamos es una breve Metafísica y diversos escritos de historia natural, p. ej.:
  • Conocimientos botánicos (9 libros);
  • Sobre los orígenes de las plantas (6 libros).
Pero para nosotros Teofrasto es conocido, ante todo, por los Caracteres, trabajo que pertenece al ámbito de la Ética.
En esta obra nos presenta la forma de ser y actuar de 30 tipos humanos característicos; algunos de ellos son: el adulador, el tacaño, el desconfiado, el aburrido, el pedante, el avaro...
Los Caracteres presentan, obviamente, muchos de los personajes-tipo conocidos por la Comedia Nueva.
De hecho, se ha supuesto que Menandro (342/1 – 292/1) pudo tener a Teofrasto por maestro y que quizá haya incluso alguna relación entre los Caracteres y los personajes de este comediógrafo.
De los restantes continuadores de la obra de Aristóteles es quizá el más interesante Aristóxeno (370 – post 322), quien manifiesta un interés por el saber más amplio que el de otros miembros del Liceo.


2. LA ESTOA

En el antiguo centro de la vida cultural, Atenas, floreció en el período helenístico, junto a la comedia (la Nueva), el género de la filosofía gracias a la Estoa y el Epicureísmo.
Ambas escuelas se caracterizan por poner el centro de atención en la ética, por delante de la lógica y la física.
Más aún, las preocupaciones políticas desaparecen de las especulaciones de estas escuelas, cuyo centro de atención es, en definitiva, el individuo.
Estoicismo y epicureísmo fueron escuelas rivales y, sin embargo, son notables los aspectos comunes:
  • Por una parte, ambas doctrinas parecen haber nacido en una cronología similar porque las dos son respuesta a la nueva situación social y política:
  • se habían quebrado los modelos de vida tradicionales y por ello, posiblemente, muchas personas se volvieron más y más receptivas ante corrientes de pensamiento que subrayaban la autosuficiencia del individuo.
  • Por otro lado, las dos doctrinas se parecen en el énfasis que ponen en dos ideas:
  1. La felicidad es responsabilidad del individuo;
  2. Hemos de liberar la mente de lo que emocionalmente nos altere.
La Estoa, de la que hablaremos en primer lugar, fue fundada por Zenón de Citio oriundo de Fenicia (ca. 333 – 262), quien se trasladó a Atenas y recibió las enseñanzas de los cínicos, entre otros.

En torno al año 300 empezó él mismo a dedicarse a la enseñanza. Como no tenía ciudadanía ateniense no tenía derecho de propiedad, no tenía un local propio como escuela y hubo de reunir a sus oyentes en un edificio público del ágora, la Stóa poikíle, decorada por Polignoto.

Zenón practicó un tipo de enseñanza oral:
  • se ha de recordar que este tipo de enseñanza ya había sido practicada, entre los filósofos precedentes, por Pitágoras y, obviamente, por Sócrates;
  • más aún, la enseñanza oral fue posteriormente practicada por otros estoicos que tampoco pusieron por escrito sus ideas: en época imperial por Musonio Rufo o, sobre todo, por Epicteto, cuyos pensamientos conocemos a través de su discípulo Arriano (mira la entrada ).
Elemento central en Zenón era la idea de que los afectos han de ser sometidos a control, así como la idea de que hay un Lógos divino que preside todos los acontecimientos del mundo.
Este tipo de ideas medulares fueron recogidas y desarrolladas, a la muerte de Zenón, en exposiciones sistemáticas de la doctrina estoica de las que fueron autores figuras como
  • Cleantes de Asos (310 – 230)
  • o Crisipo de Solos (280 – 205).
Cleantes desarrolló la cosmología de la escuela; es autor de un Himno a Zeus en el que considera a Zeus el principio divino que regula el mundo:
¡Oh, Tú, el más glorioso de los inmortales, de numerosos nombres, siempre omnipotente, Zeus, principio soberano de la naturaleza, que todo gobiernas de acuerdo con la ley, te saludo! (…) A ti en verdad todo este universo que en torno a la tierra voltea te obedece en el curso que le asignas y gozoso se somete a tu dominio (trad. García Gual).
En opinión de Cleantes, el hombre está sometido al destino y su libertad consiste en aceptar ese destino, o, como dirá siglos después Séneca,
ducunt uolentem fata, nolentem trahunt.
Crisipo pertenece a la generación posterior de estoicos. Fue un escritor prolífico (705 libros) que expuso de forma sistemática la lógica, la física y la ética estoicas.
Una figura fundamental de la Estoa en el período helenístico fue Posidonio (ca. 135 – 51), también historiador, famoso en su propio tiempo por su saber enciclopédico.
Tras estudiar en Atenas, fundó su propia escuela en Rodas, escuela a la que atrajo a Cicerón.
Efectuó diversos viajes, hacia el Oeste (hacia España y los celtas) y hacia los Balcanes. Como enviado de los rodios compareció en Roma en el 87 / 86.
Tenía una fama de erudito tan grande que, según nuestras fuentes, causó sensación entre los generales romanos.
Por ejemplo, ése fue el caso de Pompeyo, de quien sabemos que en el 62 se detuvo con sus tropas en Rodas, a la vuelta de la expedición victoriosa contra Mitrídates.
Del encuentro entre ambos habla Plinio (NH VII 112).
Dada la gran importancia que sus propios contemporáneos le daban a Posidonio, resulta un tanto paradójico que lo único que conservemos de su obra sean fragmentos.
Posidonio también fue historiador y continuó la obra de Polibio, extendiéndola del año 146 al 86. En relación con esta faceta de Posidonio se ha de recordar que Cicerón intentó en vano animarlo a poner por escrito su victoria sobre la conjura de Catilina.
A tenor de los títulos de sus obras queda claro que Posidonio fue un erudito integral: trata temas de Geografía, Etnología, Historia, Astronomía, Filosofía.
Pero en él primaba la visión filosófica del conjunto de los problemas y por eso no se perdía en infinidad de datos e informaciones puntuales.
Esa concepción filosófica de base que tenía Posidonio se deja expresar así:
  • el Cosmos es un todo cuyas partes están interconectadas, como los miembros de un cuerpo;
  • además, el Cosmos es guiado por una razón divina.
En esta visión del Cosmos desempeña un papel fundamental el concepto de “Simpatía”, pues, según Posidonio, cualquier alteración en una parte del Cosmos encuentra reflejo en el conjunto.
En la base de la filosofía de la historia y la cultura de Posidonio se hallan conceptos básicos del Estoicismo, en concreto:
  • El concepto cíclico de destrucciones del mundo a través del fuego (ekpýrosis) y posteriores regeneraciones (palingenéseia).
  • La misma alternancia entre un proceso y otro la reconoce Posidonio en el caso de la cultura y la historia.
Así, Posidonio entiende que esta plantilla se adapta también a la historia de los reinos de los Diádocos o de Roma.
Aunque la alternancia entre ekpýrosis y palingenéseia pudiera hacernos pensar que Posidonio y los estoicos poseen un concepto cíclico de la historia, la realidad es exactamente la contraria.
  • Su concepto de la historia no es cíclico sino degenerativo: al final de cualquier proceso, siempre se produce su ekpýrosis; de ahí se deduce la idea de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”;
  • de ahí también la búsqueda de, p. ej., las filosofías más primigenias, según sucedió con el caso de las filosofías egipcias en época imperial: cuanto más antiguas, se entiende, serán tanto más acertadas.
En época posterior, la Estoa se hallará representada por figuras como
  • Epicteto;
  • Marco Aurelio.
Pero esto es ya otra historia que ha de ser consultada en la entrada.


3. EPICURO

Epicuro (341 – 271) es el fundador de la otra gran escuela filosófica del Helenismo. Procedía de una familia ateniense afincada en Samos: cuando los atenienses abandonaron Samos, la familia se asentó en Colofón.
A Atenas debió de acudir en su juventud para cumplir con el servicio militar de la efebía (servicio de doce años): durante el cumplimiento del mismo tuvo por compañero a Menandro y entró en contacto con las escuelas de filosofía.
Terminado este tiempo regresó a Colofón y comenzó a enseñar él mismo filosofía en torno al año 310, primero en Lesbos y después en Lámpsaco (junto al Helesponto).

Fue en el 306 cuando se estableció en Atenas y fundó su “jardín”, su kêpos, que recibía este apelativo del jardín de que efectivamente estaba dotada su casa.
Los adictos al kêpos mantenían entre sí relaciones estrechas; al grupo no pertenecían sólo ciudadanos varones sino también mujeres y esclavos: todos tenían en común el compartir una doctrina homogénea y prestar atención fiel al maestro.
Nótese que era un momento esencial de la enseñanza allí recibida la memorización exacta de los conceptos centrales de la doctrina de Epicuro. Así se da a entender en la Carta a Meneceo:
Lo que de continuo te he aconsejado, medita y ponlo en práctica, reflexionando que esos principios son los elementos básicos de una vida feliz (trad. García Gual).
Podemos hacernos una idea del tipo de conceptos que habían de ser memorizados por los discípulos a través de las dos colecciones de aforismos que hemos conservado:
  • la una a través de Diógenes Laercio (40 aforismos);
  • y la otra gracias al Gnomologium Vaticanum (80 aforismos: representa un estadio algo más avanzado del epicureísmo).
Estas colecciones de aforismos son equiparables a pequeños catecismos para uso de los adeptos; cfr. p. ej. aforismos como éstos:
(16) Nadie que vea el mal lo escoge.
(17) No es bienaventurado el joven sino el viejo que ha vivido bien (trad. J. B. Torres).
Aparte de los aforismos, Epicuro escribió una obra muy extensa que debía de constar de más de 300 títulos. Ahora bien, esta obra importante se ha perdido en su mayor parte.
Es especialmente de lamentar la pérdida del escrito Sobre la naturaleza (37 libros, o sea: 37 rollos de papiro).
Con todo, tenemos la suerte de contar con sus tres epístolas fundamentales (A Heródoto, A Meneceo, A Pitocles), transmitidas gracias a Diógenes Laercio (X 35-135).
El texto de Epicuro no ha sido mimado por la tradición, y por ello, para tener una visión completa de sus doctrinas, hemos de combinar
  • los textos de Epicuro que hallamos en los aforismos, cartas y fragmentos
  • con el testimonio de epicúreos posteriores, concretamente de Lucrecio (De rerum natura) y de Filodemo de Gádara.
Este último fue probablemente el discípulo de Epicuro más conspicuo de época helenística. Debió de vivir ca. 110 – 40 / 35 a. C. y estuvo relacionado con el círculo del senador Calpurnio Pisón.
Hemos recuperado su obra, al menos en parte, gracias a los hallazgos de Herculano. En esa misma biblioteca han aparecido igualmente fragmentos del Sobre la naturaleza de Epicuro.

Por lo que podemos deducir de unos testimonios y otros, el mundo de Epicuro consta de átomos: en este punto, la conexión con Demócrito es evidente.
Según Epicuro, esos átomos se hallan en caída libre y se asocian para constituir los cuerpos que constituyen el mundo – y el hombre.
A la muerte del hombre (entiende Epicuro) se produce la separación de cuerpo y alma, también ella un compuesto de átomos, volvemos a ser átomos.
No hay, por tanto, una vida tras la muerte ni razón para temer un juicio post mortem; cfr. Carta a Meneceo:
Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros. Porque todo bien y mal reside en la sensación y la muerte es privación del sentir. Por lo tanto, el recto conocimiento de que nada es para nosotros la muerte hace dichosa la condición mortal de nuestra vida, no porque le añada una duración ilimitada sino porque elimina el ansia de inmortalidad (trad. García Gual).
Además, la doctrina epicúrea no cree en los dioses tradicionales, o dicho con más exactitud:
  • no cree que los dioses se preocupen por un mundo que ya no gobiernan;
  • tampoco se preocupan, por tanto, por juzgar los actos de los hombres.
Éstos, carentes de la tutela de los dioses, han de velar por su propia felicidad y encontrarla viviendo conforme a su naturaleza.
Lo que produce placer es conforme a la naturaleza, no así lo que produce dolor.
El “placer” (hedoné), para Epicuro, consiste en último extremo en la ataraxía: la liberación del dolor en el cuerpo y la liberación del miedo en el alma.
La misión del hombre, y en especial del filósofo, ha de consistir en alcanzar este estado de autosuficiencia en el que nada se necesita y que implica, obviamente, una dosis enorme de individualismo, un apartarse de la vida en la comunidad.
Se ha de destacar además que la elección de la forma epistolar por parte de Epicuro es significativa: guarda relación con la importancia concedida por el filósofo al tratamiento de los problemas del individuo y a las relaciones personales.
Como ya se ha indicado al presentar al filósofo, la relación mantenida por Epicuro con sus seguidores era muy estrecha, según atestiguan
  • no sólo Diógenes Laercio
  • sino también los numerosos fragmentos de cartas suyas que hemos conservado.
Las tres epístolas fundamentales de Epicuro, desde el punto de vista filosófico, son las transmitidas por Diógenes Laercio en su Vida de Epicuro (X):
  • A Heródoto: esta carta es el texto de Epicuro más importante conservado. Es un resumen de todo su sistema y de sus teorías sobre la naturaleza; fue compuesto para quienes no fueran capaces de enfrentarse con el Sobre la naturaleza, donde exponía la teoría de los átomos o su teoría del alma.
  • A Pitocles: esta carta trata sobre astronomía, cosmología y meteorología; su autenticidad ha sido objeto de debate, como en general todas las cartas en tiempos pasados (Usener).
  • A Meneceo: la tercera epístola, por último, se refiere a la doctrina ética de Epicuro.
El ejemplo de Epicuro, autor de epístolas, fue imitado por su escuela, y en este sentido debo recordar dos nombres de época helenística:
  • Metrodoro de Lámpsaco (331/0-278/7): murió antes que su maestro; de sus epístolas sólo conservamos fragmentos; pero sabemos, p. ej., que la máxima 51 del Gnomologium Vaticanum (antes decíamos que éste representa un estadio algo más avanzado del epicureísmo) procede de una carta de Metrodoro a Pitocles.
  • Hermarco: sucesor de Epicuro al frente del “jardín”; sabemos que escribió unas Epistoliká (“reflexiones, escritos en forma epistolar”) de las que sólo tenemos fragmentos.


4. EL CINISMO

El cinismo, que será el broche de la exposición, es “la secta del perro”, según el título de un libro de Gª Gual (Madrid: Alianza, 2002).
La relación etimológica de “cinismo” con kýon, “perro”, es evidente; sobre el porqué de esta relación hay explicaciones distintas:
  • La más habitual relaciona el cinismo con el nombre de un gimnasio ateniense, Cinosarges: allí se habrían reunido los primeros cínicos según Diógenes Laercio VI 13.
  • Pero Diógenes Laercio VI 60 se refiere también a otra interpretación, según la cual a los cínicos se les habría llamado “perros” (kýnes) por su forma de vida, considerada poco decorosa.
En un caso u otro es evidente que el cinismo hunde sus raíces en un momento anterior al Helenismo.

Diógenes de Sínope, contemporáneo de Aristóteles, pasa por ser su fundador.
Diógenes Laercio habló de él en una sección de sus Vidas de los filósofos: ahora bien, lo cierto es que no somos capaces de distinguir historia y leyenda en lo que se cuenta de su vida.

Un discípulo de Diógenes, Crates de Tebas (365 – 285) popularizó las enseñanzas morales de su maestro a través de poemas elegíacos breves (Páignia, “bagatelas”).
En ellos se insiste en el valor de la vida sencilla y virtuosa por oposición al lujo: de ahí que algunos autores (Long) hayan comparado a algunos de los filósofos cínicos con los frailes mendicantes.
El tono de esta poesía es moralizante, pero a la vez “satírico”: de hecho, es muy posible que algunos elementos suyos hayan sido adaptados por la sátira romana.
Aunque el género de poesía representado por los Páignia fue cultivado por otros seguidores de Diógenes, lo cierto es que el género cínico por excelencia fue la diatriba.
  • Esta forma fue desarrollada al parecer por Bión de Borístenes, un filósofo ambulante contemporáneo del estoico Zenón de Citio (vivió en torno al 300: ca. 335 – ca. 245).
  • De la forma y contenido de sus diatribas, que debían de ser “homilías morales”, debemos formarnos idea a través del testimonio de su discípulo Teles (finales del S. III a. C.).
  • Se ha dicho que el objetivo que perseguían los cínicos con el género de la diatriba era poner la filosofía al alcance del gran público.
  • No en vano los “pensamientos” del mayor autor de diatribas, Epicteto, han conocido cierta divulgación en nuestros días en colecciones populares.
  • Con posterioridad al S. III a. C. (momento de su nacimiento), y ya en época imperial, la diatriba fue cultivada y llevada a su punto más alto por Epicteto (55 d.C. – ca. 120 d.C.), quien no era cínico sino estoico.
Otros cultivadores imperiales de este género en la misma época fueron:
El último autor cínico al que debemos referirnos es Menipo de Gádara (también del S. III) , quien combinaba en sus obras la prosa y el verso.
Su importancia en la tradición es notable en tanto que creador de la llamada sátira menipea, representada en la literatura romana por obras como

- las Saturae Menippeae de Varrón,
- el Satiricón de Petronio
- o la Apocolocyntosis de Séneca.

José B. Torres Guerra


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