lunes, 29 de diciembre de 2008

FILOSOFÍA HELENÍSTICA

1. LAS ESCUELAS DE PLATÓN Y ARISTÓTELES DURANTE EL HELENISMO
2. LA ESTOA
3. EPICURO
4. EL CINISMO


En el Helenismo la ciudad de Atenas sólo mantuvo un papel de importancia dentro del mundo de la literatura gracias a la Comedia Nueva y la filosofía.
Ocurre que las cortes de los monarcas helenísticos se convirtieron en los nuevos centros culturales que atrajeron hacia sí a los grandes creadores de los otros géneros.
Ahora bien, en Atenas continuaron vivas las escuelas fundadas en el siglo IV a. C. por Platón y Aristóteles.
  • Más aún, académicos y peripatéticos hubieron de competir, en el nuevo período, con dos escuelas morales de éxito popular, estoicismo y epicureísmo;
  • a su lado, el movimiento cínico representa una corriente menor que, con todo, también ha de ser tomada en consideración.


1. LAS ESCUELAS DE PLATÓN Y ARISTÓTELES DURANTE EL HELENISMO

En relación con las escuelas de Platón y Aristóteles empezaremos recordando que, poco antes de la fecha convencional de inicio del Helenismo, Jenócrates había asumido (en el año 339 a. C.) la dirección de la Academia en sustitución de Espeusipo, sobrino de Platón y primer sucesor suyo al frente de la institución.
A Jenócrates remite, muy posiblemente, la tripartición de la filosofía habitual desde el Helenismo:
  • lógica
  • física
  • ética.
Es posible que la existencia de tensiones entre Jenócrates y Aristóteles llevase a éste a fundar su propio centro de enseñanza en el Liceo.
Los logros más notables de los sucesores de Platón en época helenística serán los que nazcan de las manos de los escépticos, en el S. II a. C.
  • Éstos pusieron un énfasis especial en el momento aporético de los diálogos de juventud del maestro. Los representantes más destacados de este platonismo escéptico fueron Arcesilao (muerto 242 / 241) y Carnéades (muerto 129 / 128).
  • Ni uno ni otro escribieron nada: su contribución a la literatura antigua consiste, en todo caso, en que sus ideas (sobre todo las de Carnéades) llegaron de segunda mano a Cicerón.
Por lo que se refiere a los seguidores de Aristóteles, se ha de recordar que Teofrasto (hacia el 370 – 288) fue quien fundó propiamente la tradición del Perípato.
Redactó una obra muy extensa (más de 220 títulos según Diógenes Laercio) en la que continuó las líneas de trabajo del Estagirita.
Sin embargo, es mucho lo que se ha perdido de su producción. Lo que conservamos es una breve Metafísica y diversos escritos de historia natural, p. ej.:
  • Conocimientos botánicos (9 libros);
  • Sobre los orígenes de las plantas (6 libros).
Pero para nosotros Teofrasto es conocido, ante todo, por los Caracteres, trabajo que pertenece al ámbito de la Ética.
En esta obra nos presenta la forma de ser y actuar de 30 tipos humanos característicos; algunos de ellos son: el adulador, el tacaño, el desconfiado, el aburrido, el pedante, el avaro...
Los Caracteres presentan, obviamente, muchos de los personajes-tipo conocidos por la Comedia Nueva.
De hecho, se ha supuesto que Menandro (342/1 – 292/1) pudo tener a Teofrasto por maestro y que quizá haya incluso alguna relación entre los Caracteres y los personajes de este comediógrafo.
De los restantes continuadores de la obra de Aristóteles es quizá el más interesante Aristóxeno (370 – post 322), quien manifiesta un interés por el saber más amplio que el de otros miembros del Liceo.


2. LA ESTOA

En el antiguo centro de la vida cultural, Atenas, floreció en el período helenístico, junto a la comedia (la Nueva), el género de la filosofía gracias a la Estoa y el Epicureísmo.
Ambas escuelas se caracterizan por poner el centro de atención en la ética, por delante de la lógica y la física.
Más aún, las preocupaciones políticas desaparecen de las especulaciones de estas escuelas, cuyo centro de atención es, en definitiva, el individuo.
Estoicismo y epicureísmo fueron escuelas rivales y, sin embargo, son notables los aspectos comunes:
  • Por una parte, ambas doctrinas parecen haber nacido en una cronología similar porque las dos son respuesta a la nueva situación social y política:
  • se habían quebrado los modelos de vida tradicionales y por ello, posiblemente, muchas personas se volvieron más y más receptivas ante corrientes de pensamiento que subrayaban la autosuficiencia del individuo.
  • Por otro lado, las dos doctrinas se parecen en el énfasis que ponen en dos ideas:
  1. La felicidad es responsabilidad del individuo;
  2. Hemos de liberar la mente de lo que emocionalmente nos altere.
La Estoa, de la que hablaremos en primer lugar, fue fundada por Zenón de Citio oriundo de Fenicia (ca. 333 – 262), quien se trasladó a Atenas y recibió las enseñanzas de los cínicos, entre otros.

En torno al año 300 empezó él mismo a dedicarse a la enseñanza. Como no tenía ciudadanía ateniense no tenía derecho de propiedad, no tenía un local propio como escuela y hubo de reunir a sus oyentes en un edificio público del ágora, la Stóa poikíle, decorada por Polignoto.

Zenón practicó un tipo de enseñanza oral:
  • se ha de recordar que este tipo de enseñanza ya había sido practicada, entre los filósofos precedentes, por Pitágoras y, obviamente, por Sócrates;
  • más aún, la enseñanza oral fue posteriormente practicada por otros estoicos que tampoco pusieron por escrito sus ideas: en época imperial por Musonio Rufo o, sobre todo, por Epicteto, cuyos pensamientos conocemos a través de su discípulo Arriano (mira la entrada ).
Elemento central en Zenón era la idea de que los afectos han de ser sometidos a control, así como la idea de que hay un Lógos divino que preside todos los acontecimientos del mundo.
Este tipo de ideas medulares fueron recogidas y desarrolladas, a la muerte de Zenón, en exposiciones sistemáticas de la doctrina estoica de las que fueron autores figuras como
  • Cleantes de Asos (310 – 230)
  • o Crisipo de Solos (280 – 205).
Cleantes desarrolló la cosmología de la escuela; es autor de un Himno a Zeus en el que considera a Zeus el principio divino que regula el mundo:
¡Oh, Tú, el más glorioso de los inmortales, de numerosos nombres, siempre omnipotente, Zeus, principio soberano de la naturaleza, que todo gobiernas de acuerdo con la ley, te saludo! (…) A ti en verdad todo este universo que en torno a la tierra voltea te obedece en el curso que le asignas y gozoso se somete a tu dominio (trad. García Gual).
En opinión de Cleantes, el hombre está sometido al destino y su libertad consiste en aceptar ese destino, o, como dirá siglos después Séneca,
ducunt uolentem fata, nolentem trahunt.
Crisipo pertenece a la generación posterior de estoicos. Fue un escritor prolífico (705 libros) que expuso de forma sistemática la lógica, la física y la ética estoicas.
Una figura fundamental de la Estoa en el período helenístico fue Posidonio (ca. 135 – 51), también historiador, famoso en su propio tiempo por su saber enciclopédico.
Tras estudiar en Atenas, fundó su propia escuela en Rodas, escuela a la que atrajo a Cicerón.
Efectuó diversos viajes, hacia el Oeste (hacia España y los celtas) y hacia los Balcanes. Como enviado de los rodios compareció en Roma en el 87 / 86.
Tenía una fama de erudito tan grande que, según nuestras fuentes, causó sensación entre los generales romanos.
Por ejemplo, ése fue el caso de Pompeyo, de quien sabemos que en el 62 se detuvo con sus tropas en Rodas, a la vuelta de la expedición victoriosa contra Mitrídates.
Del encuentro entre ambos habla Plinio (NH VII 112).
Dada la gran importancia que sus propios contemporáneos le daban a Posidonio, resulta un tanto paradójico que lo único que conservemos de su obra sean fragmentos.
Posidonio también fue historiador y continuó la obra de Polibio, extendiéndola del año 146 al 86. En relación con esta faceta de Posidonio se ha de recordar que Cicerón intentó en vano animarlo a poner por escrito su victoria sobre la conjura de Catilina.
A tenor de los títulos de sus obras queda claro que Posidonio fue un erudito integral: trata temas de Geografía, Etnología, Historia, Astronomía, Filosofía.
Pero en él primaba la visión filosófica del conjunto de los problemas y por eso no se perdía en infinidad de datos e informaciones puntuales.
Esa concepción filosófica de base que tenía Posidonio se deja expresar así:
  • el Cosmos es un todo cuyas partes están interconectadas, como los miembros de un cuerpo;
  • además, el Cosmos es guiado por una razón divina.
En esta visión del Cosmos desempeña un papel fundamental el concepto de “Simpatía”, pues, según Posidonio, cualquier alteración en una parte del Cosmos encuentra reflejo en el conjunto.
En la base de la filosofía de la historia y la cultura de Posidonio se hallan conceptos básicos del Estoicismo, en concreto:
  • El concepto cíclico de destrucciones del mundo a través del fuego (ekpýrosis) y posteriores regeneraciones (palingenéseia).
  • La misma alternancia entre un proceso y otro la reconoce Posidonio en el caso de la cultura y la historia.
Así, Posidonio entiende que esta plantilla se adapta también a la historia de los reinos de los Diádocos o de Roma.
Aunque la alternancia entre ekpýrosis y palingenéseia pudiera hacernos pensar que Posidonio y los estoicos poseen un concepto cíclico de la historia, la realidad es exactamente la contraria.
  • Su concepto de la historia no es cíclico sino degenerativo: al final de cualquier proceso, siempre se produce su ekpýrosis; de ahí se deduce la idea de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”;
  • de ahí también la búsqueda de, p. ej., las filosofías más primigenias, según sucedió con el caso de las filosofías egipcias en época imperial: cuanto más antiguas, se entiende, serán tanto más acertadas.
En época posterior, la Estoa se hallará representada por figuras como
  • Epicteto;
  • Marco Aurelio.
Pero esto es ya otra historia que ha de ser consultada en la entrada.


3. EPICURO

Epicuro (341 – 271) es el fundador de la otra gran escuela filosófica del Helenismo. Procedía de una familia ateniense afincada en Samos: cuando los atenienses abandonaron Samos, la familia se asentó en Colofón.
A Atenas debió de acudir en su juventud para cumplir con el servicio militar de la efebía (servicio de doce años): durante el cumplimiento del mismo tuvo por compañero a Menandro y entró en contacto con las escuelas de filosofía.
Terminado este tiempo regresó a Colofón y comenzó a enseñar él mismo filosofía en torno al año 310, primero en Lesbos y después en Lámpsaco (junto al Helesponto).

Fue en el 306 cuando se estableció en Atenas y fundó su “jardín”, su kêpos, que recibía este apelativo del jardín de que efectivamente estaba dotada su casa.
Los adictos al kêpos mantenían entre sí relaciones estrechas; al grupo no pertenecían sólo ciudadanos varones sino también mujeres y esclavos: todos tenían en común el compartir una doctrina homogénea y prestar atención fiel al maestro.
Nótese que era un momento esencial de la enseñanza allí recibida la memorización exacta de los conceptos centrales de la doctrina de Epicuro. Así se da a entender en la Carta a Meneceo:
Lo que de continuo te he aconsejado, medita y ponlo en práctica, reflexionando que esos principios son los elementos básicos de una vida feliz (trad. García Gual).
Podemos hacernos una idea del tipo de conceptos que habían de ser memorizados por los discípulos a través de las dos colecciones de aforismos que hemos conservado:
  • la una a través de Diógenes Laercio (40 aforismos);
  • y la otra gracias al Gnomologium Vaticanum (80 aforismos: representa un estadio algo más avanzado del epicureísmo).
Estas colecciones de aforismos son equiparables a pequeños catecismos para uso de los adeptos; cfr. p. ej. aforismos como éstos:
(16) Nadie que vea el mal lo escoge.
(17) No es bienaventurado el joven sino el viejo que ha vivido bien (trad. J. B. Torres).
Aparte de los aforismos, Epicuro escribió una obra muy extensa que debía de constar de más de 300 títulos. Ahora bien, esta obra importante se ha perdido en su mayor parte.
Es especialmente de lamentar la pérdida del escrito Sobre la naturaleza (37 libros, o sea: 37 rollos de papiro).
Con todo, tenemos la suerte de contar con sus tres epístolas fundamentales (A Heródoto, A Meneceo, A Pitocles), transmitidas gracias a Diógenes Laercio (X 35-135).
El texto de Epicuro no ha sido mimado por la tradición, y por ello, para tener una visión completa de sus doctrinas, hemos de combinar
  • los textos de Epicuro que hallamos en los aforismos, cartas y fragmentos
  • con el testimonio de epicúreos posteriores, concretamente de Lucrecio (De rerum natura) y de Filodemo de Gádara.
Este último fue probablemente el discípulo de Epicuro más conspicuo de época helenística. Debió de vivir ca. 110 – 40 / 35 a. C. y estuvo relacionado con el círculo del senador Calpurnio Pisón.
Hemos recuperado su obra, al menos en parte, gracias a los hallazgos de Herculano. En esa misma biblioteca han aparecido igualmente fragmentos del Sobre la naturaleza de Epicuro.

Por lo que podemos deducir de unos testimonios y otros, el mundo de Epicuro consta de átomos: en este punto, la conexión con Demócrito es evidente.
Según Epicuro, esos átomos se hallan en caída libre y se asocian para constituir los cuerpos que constituyen el mundo – y el hombre.
A la muerte del hombre (entiende Epicuro) se produce la separación de cuerpo y alma, también ella un compuesto de átomos, volvemos a ser átomos.
No hay, por tanto, una vida tras la muerte ni razón para temer un juicio post mortem; cfr. Carta a Meneceo:
Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros. Porque todo bien y mal reside en la sensación y la muerte es privación del sentir. Por lo tanto, el recto conocimiento de que nada es para nosotros la muerte hace dichosa la condición mortal de nuestra vida, no porque le añada una duración ilimitada sino porque elimina el ansia de inmortalidad (trad. García Gual).
Además, la doctrina epicúrea no cree en los dioses tradicionales, o dicho con más exactitud:
  • no cree que los dioses se preocupen por un mundo que ya no gobiernan;
  • tampoco se preocupan, por tanto, por juzgar los actos de los hombres.
Éstos, carentes de la tutela de los dioses, han de velar por su propia felicidad y encontrarla viviendo conforme a su naturaleza.
Lo que produce placer es conforme a la naturaleza, no así lo que produce dolor.
El “placer” (hedoné), para Epicuro, consiste en último extremo en la ataraxía: la liberación del dolor en el cuerpo y la liberación del miedo en el alma.
La misión del hombre, y en especial del filósofo, ha de consistir en alcanzar este estado de autosuficiencia en el que nada se necesita y que implica, obviamente, una dosis enorme de individualismo, un apartarse de la vida en la comunidad.
Se ha de destacar además que la elección de la forma epistolar por parte de Epicuro es significativa: guarda relación con la importancia concedida por el filósofo al tratamiento de los problemas del individuo y a las relaciones personales.
Como ya se ha indicado al presentar al filósofo, la relación mantenida por Epicuro con sus seguidores era muy estrecha, según atestiguan
  • no sólo Diógenes Laercio
  • sino también los numerosos fragmentos de cartas suyas que hemos conservado.
Las tres epístolas fundamentales de Epicuro, desde el punto de vista filosófico, son las transmitidas por Diógenes Laercio en su Vida de Epicuro (X):
  • A Heródoto: esta carta es el texto de Epicuro más importante conservado. Es un resumen de todo su sistema y de sus teorías sobre la naturaleza; fue compuesto para quienes no fueran capaces de enfrentarse con el Sobre la naturaleza, donde exponía la teoría de los átomos o su teoría del alma.
  • A Pitocles: esta carta trata sobre astronomía, cosmología y meteorología; su autenticidad ha sido objeto de debate, como en general todas las cartas en tiempos pasados (Usener).
  • A Meneceo: la tercera epístola, por último, se refiere a la doctrina ética de Epicuro.
El ejemplo de Epicuro, autor de epístolas, fue imitado por su escuela, y en este sentido debo recordar dos nombres de época helenística:
  • Metrodoro de Lámpsaco (331/0-278/7): murió antes que su maestro; de sus epístolas sólo conservamos fragmentos; pero sabemos, p. ej., que la máxima 51 del Gnomologium Vaticanum (antes decíamos que éste representa un estadio algo más avanzado del epicureísmo) procede de una carta de Metrodoro a Pitocles.
  • Hermarco: sucesor de Epicuro al frente del “jardín”; sabemos que escribió unas Epistoliká (“reflexiones, escritos en forma epistolar”) de las que sólo tenemos fragmentos.


4. EL CINISMO

El cinismo, que será el broche de la exposición, es “la secta del perro”, según el título de un libro de Gª Gual (Madrid: Alianza, 2002).
La relación etimológica de “cinismo” con kýon, “perro”, es evidente; sobre el porqué de esta relación hay explicaciones distintas:
  • La más habitual relaciona el cinismo con el nombre de un gimnasio ateniense, Cinosarges: allí se habrían reunido los primeros cínicos según Diógenes Laercio VI 13.
  • Pero Diógenes Laercio VI 60 se refiere también a otra interpretación, según la cual a los cínicos se les habría llamado “perros” (kýnes) por su forma de vida, considerada poco decorosa.
En un caso u otro es evidente que el cinismo hunde sus raíces en un momento anterior al Helenismo.

Diógenes de Sínope, contemporáneo de Aristóteles, pasa por ser su fundador.
Diógenes Laercio habló de él en una sección de sus Vidas de los filósofos: ahora bien, lo cierto es que no somos capaces de distinguir historia y leyenda en lo que se cuenta de su vida.

Un discípulo de Diógenes, Crates de Tebas (365 – 285) popularizó las enseñanzas morales de su maestro a través de poemas elegíacos breves (Páignia, “bagatelas”).
En ellos se insiste en el valor de la vida sencilla y virtuosa por oposición al lujo: de ahí que algunos autores (Long) hayan comparado a algunos de los filósofos cínicos con los frailes mendicantes.
El tono de esta poesía es moralizante, pero a la vez “satírico”: de hecho, es muy posible que algunos elementos suyos hayan sido adaptados por la sátira romana.
Aunque el género de poesía representado por los Páignia fue cultivado por otros seguidores de Diógenes, lo cierto es que el género cínico por excelencia fue la diatriba.
  • Esta forma fue desarrollada al parecer por Bión de Borístenes, un filósofo ambulante contemporáneo del estoico Zenón de Citio (vivió en torno al 300: ca. 335 – ca. 245).
  • De la forma y contenido de sus diatribas, que debían de ser “homilías morales”, debemos formarnos idea a través del testimonio de su discípulo Teles (finales del S. III a. C.).
  • Se ha dicho que el objetivo que perseguían los cínicos con el género de la diatriba era poner la filosofía al alcance del gran público.
  • No en vano los “pensamientos” del mayor autor de diatribas, Epicteto, han conocido cierta divulgación en nuestros días en colecciones populares.
  • Con posterioridad al S. III a. C. (momento de su nacimiento), y ya en época imperial, la diatriba fue cultivada y llevada a su punto más alto por Epicteto (55 d.C. – ca. 120 d.C.), quien no era cínico sino estoico.
Otros cultivadores imperiales de este género en la misma época fueron:
El último autor cínico al que debemos referirnos es Menipo de Gádara (también del S. III) , quien combinaba en sus obras la prosa y el verso.
Su importancia en la tradición es notable en tanto que creador de la llamada sátira menipea, representada en la literatura romana por obras como

- las Saturae Menippeae de Varrón,
- el Satiricón de Petronio
- o la Apocolocyntosis de Séneca.

José B. Torres Guerra


ALGUNAS REFERENCIAS:

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